Más de tres décadas en La Fageda dan por muchas historias, aventuras y momentos. Gerard Pujol, educador del Servicio de Terapia Ocupacional (STO), las guarda todas en su mochila. Entró a formar parte de nuestro proyecto en 1991. Amante de las plantas, la naturaleza, la escritura y la pintura, está firmemente comprometido con nuestro proyecto social y nos confiesa que las personas son el principal puntal de La Fageda.
Aquí, ha aprendido muchísimo, nos dice. Principalmente, sobre el valor y el impacto que tiene un trabajo con sentido para las personas y también, sobre las enfermedades mentales y las personas en situación de vulnerabilidad. Hoy en esta entrevista os invitamos a conocer un profesional excelente y una gran persona, que formó parte del vivero forestal, cuando en La Fageda todavía no hacíamos el auténtico yogur de granja, y actualmente, trabaja en el STO, desarrollando tareas de jardinería.
Un amigo hacía de educador a Fontanella, una de los hogares de La Fageda, que actualmente es un piso con apoyo. Me dijo que acababan de abrir un vivero de planta forestal y buscaban un educador. Llevé el currículum, en unos días hice la entrevista y enseguida me dijeron que ya podía empezar. En aquella época, éramos 3 personas trabajando: Enrique Núñez, como encargado, y la Teia Ferrarons y yo, como educadores.
¡Éramos 4 gatos! De todos los edificios que hay ahora en La Fageda solo existía la masía y la cabaña, el actual despacho de Cristóbal Colón, presidente de La Fageda. También había una pequeña granja con pocas vacas. Los del vivero trabajábamos en una antigua nave de cerdos, situada donde ahora hay la fábrica de lácticos. En aquella época el vivero era la actividad principal de La Fageda. Vendíamos plantas en toda España y llegamos a ser el vivero más grande de planta forestal del país.
Cuando el vivero iba de bajada, la sección de jardinería empezó a ser más grande; esto significaba más brigadas y más trabajo. Me propusieron si me interesaba y no me lo pensé. Estuve 10 años, hasta que un día me llamó Carme Jordà, cofundadora de La Fageda, y me dijo que buscaban un educador por el STO que creara una brigada de jardineros para llevar el mantenimiento de la finca de Mas Els Casals. ¡Y me lanzé! Sabía que formaríamos un buen equipo con los otros educadores y así lo certifico 5 años después. Desde el 2012 hasta el 2020, también organicé salidas mensuales de ocio para gente del Centro Especial de Trabajo con Elisabet Fargas.
El STO. Siempre he tenido muy claro que tener cura de las plantas es el medio, no la finalidad. Nuestro objetivo final son las personas: su desarrollo personal, potenciar sus habilidades y mejorar su autoestima, darles herramientas para su autonomía.
La tarea principal es la de jardinería. Trabajamos coordinadamente con Lluís Argemí, un gran profesional jardinero, conocedor de la finca y de sus necesidades. También llevamos el mantenimiento de las plantas del hogar El Caliu. Una vez por semana, hacemos limpieza interior y exterior de tres de los vehículos de la casa.
Es muy importante conocer las personas: sus puntos fuertes y los no tan fuertes. Ser empático y próximo, tratarlas a todas por igual. No hay dos personas iguales, ni dos días iguales. También es esencial ver qué recorrido laboral puede tener cada persona: les tenemos que poder ofrecer aquello que mejor se adapte a cada una.
Tanto la huerta como la jardinería tienen un papel destacado en nuestro día a día. Ambas actividades son muy diferentes entre sí, pero tienen un objetivo común: cuidamos las plantas, las favorecemos y nos cuidamos también a nosotros. Sin la naturaleza que nos rodea, nos tendríamos que “reinventar”. En las brigadas de jardinería ocupamos unas 12-14 personas diariamente, no me imagino haciendo este trabajo en un polígono industrial.
El trato con las personas, sin duda. También, saber que no hay dos días iguales, el buen rollo que tenemos con el equipo de educadores y el entorno donde trabajamos, que a menudo nos olvidamos, pero que es maravilloso.
Recuerdo al principio, cuando estaba en el vivero, nos advirtieron que helaría y Enrique nos pidió a Teia y a mí, que desmontáramos los aspersores y los guardáramos dentro la nave del vivero porque no se echaran a perder. No solo hicimos esto, sino que también sacamos todos los tubos de riego y los guardamos. ¡Nos supuso un trabajazo! ¡El día siguiente cuando Enrique lo vio no se lo podía creer! Los tubos no había que sacarlos y deprisa y corriendo, los volvimos a montar. ¡Fue horrible!
La inauguración de la fábrica de lácticos. Fue un antes y un después. Recuerdo en una reunión que Cristóbal nos explicó que empezaríamos a hacer yogures con la leche de las vacas. No las tenía todas y mira ahora donde estamos… ¡Increíble!
He aprendido que todas las personas somos útiles para desarrollar algún trabajo que nos haga crecer y sentirnos parte de la sociedad. La Fageda también me ha enseñado mucho sobre enfermedades mentales y las personas en situación de vulnerabilidad.
Del equipo de mermeladas o de educador de noche en algún hogar.
¡Sí! Aunque no sé mucho, tengo pendiente hacer algún curso de escritura. Empecé un blog personal llamado GINKGO, donde escribía hechos y sucesos que me llamaban la atención. Ahora lo tengo aparcado, pero no descarto volverlo a activar algún día. Con Elisabet Fargas también hacíamos un blog sobre relojes. También está parado, quizás algún día le volveremos a dar cuerda. Me gusta mucho leer y viajar con mi furgoneta. Ahora también me he aficionado a dibujar y a pintar con acuarela. ¡Es muy divertido!
Tengo dos: uno de fijo y uno de esporádico. El fijo son las cremas de chocolate y el esporádico (cada vez es más difícil de encontrar) son los flanes que tienen algo más de caramelo de lo normal.
¡Y tanto! Ahora me costaría mucho buscar otro trabajo. Conservo la motivación desde el primer día: ¡me encanta mi trabajo! ¡Sí que a lo largo de los años he tenido momentos más buenos y no tan buenos, pero actualmente no cambio mi trabajo por nada!
Quiero dar las gracias a Cristóbal y a Carme por el apoyo que me han dado en algún momento “delicado” de mi vida y también, agradecerlos todo lo que he aprendido a su lado.
Eva Güibas, periodista. La Fageda.