Una licenciatura en derecho en Francia, un posgrado de fotoperiodismo en Barcelona y una tesina sobre los dibujos y los modelos industriales en Alemania. La trayectoria de Albert Riera, director de relaciones institucionales de La Fageda, es variada y muy rica. Siempre lo han impulsado valores como la empatía, la fe y el apoyo hacia las personas. De muy joven, ya ayudaba e iba a ver gente que vivía sola o estaba enferma. Hace casi 20 años que trabaja en La Fageda, y este tiempo le ha permitido experimentar, día a día, este sentimiento en primera persona. “Esto me ha llenado mucho”, nos confiesa.
A pesar de que es de Barcelona, actualmente vive en Besalú con su mujer y sus 4 hijos. Admite que le costó muy poco adaptarse a la Garrotxa. “Estoy absolutamente feliz de esta vida más rural, que, a la vez, me ha facilitado mucho la educación de mis hijos”, admite.
Hoy, en esta entrevista, hablamos con Albert sobre la evolución de la comunicación, la presencia internacional y la marca La Fageda, y reflexionamos sobre los principios y el ángel de la guarda de nuestro proyecto social. Os invitamos a continuar leyendo.
Fue un cambio de vida en el ámbito profesional y personal, fue un momento de transición para mí. Me casé y a los 4 meses, ya estaba en La Fageda. Quería dejar Barcelona y coincidió que me encontré un antiguo compañero de trabajo que conocía a Cristóbal Colón, cofundador de La Fageda. En aquel momento, yo trabajaba por mi cuenta haciendo planes de comunicación y ellos estaban haciendo un plan estratégico. Me pidieron ayuda y empecé a trabajar como colaborador externo. Fue un enamoramiento mutuo. En La Fageda ya se comunicaba, pero no había una área de comunicación como tal. Así que no tenían a nadie para llevar a cabo el plan y cuando vieron mi trayectoria, me propusieron quedarme.
Fue una época muy estresante. Llevaba la comunicación; el diseño de marca; el Servicio de Atención al Visitante; coordinaba la parte jurídica con los abogados externos… Pero a la vez fue muy divertido y apasionante, porque enseguida hubo un interés muy vivo hacia el storytelling de La Fageda.
Venían medios de comunicación de todas partes. Cuando salimos en el programa Salvados de Jordi Évole, fue un antes y uno después. No dábamos el alcance, fuimos trending topic en Twitter en todo España durante unas horas. Fue espectacular. También, conseguimos salir en una contraportada de La Vanguardia, de la mano del periodista Lluís Amiguet. En aquel momento, también nos dieron dos premios: por un lado, la distinción Empresario social en España que otorgó Schwab Foundation de Ginebra (Suiza) a Cristóbal, y por la otra, el premio a la mejor iniciativa de inserción laboral, entregado por la Fundación Emprendida y Sociedad. Muchos editoriales también se interesaron para escribir libros sobre La Fageda. Todo iba cogiendo más proyección.
Nos ocupamos de atender todas las empresas y universidades que nos vienen a visitar o que quieren formación sobre el modelo de negocio de La Fageda. También buscamos organizaciones para buscar fondos y apoyar a los proyectos sociales que impulsamos. Además, atendemos las peticiones de charlas y conferencias que nos llegan. Finalmente, trabajo en algunos proyectos que me encarga Cristóbal.
La Fageda tiene a Cristóbal, que rompe esquemas. Pero, además, La Fageda ha conseguido un éxito económico incontestable y al mismo tiempo, es un proyecto líder a escala social y llama mucho la atención. Si lo sabes explicar y transmitir, la gente queda impactada.
Primeramente, hay los hechos, es decir, las cifras: las ventas y la evolución de nuestro mercado, las referencias que tenemos, la calidad del producto… Y también tenemos las historias de las personas, que son muy potentes y es lo que más interesa, puesto que todavía tenemos muchas cosas por explicar.
El público local percibe La Fageda como un proyecto arraigado en el territorio, y casero, es decir, que es totalmente opuesto al esquema multinacional y capitalista. En el imaginario colectivo es otro paradigma y representa otro modelo de negocio. Por ejemplo, investigadores de la teoría de la economía del bien común, impulsada por el economista austríaco Christian Felber, nos vinieron a buscar como empresa que representaba este movimiento. En cuanto al público internacional, se ve La Fageda como una entidad inspiradora, puesto que las problemáticas que tenemos aquí y que queremos solucionar, también están fuera.
A partir de los años 2000, empezamos a recibir peticiones de entidades de otros países, que se interesaban por La Fageda: Corea del Sur, Japón, Francia, Alemania, Holanda, México… También salimos en Televisión Española Internacional, en los casos de estudio de IESE Business School y de la Universidad Harvard, en la publicación inglesa The Observer y en el Süddeutsche Zeitung, lo cual nos dio más visibilidad externa. Todo este interés hace pensar que La Fageda representa un modelo nuevo de negocio, es una concepción antropológica de la empresa.
Antes las áreas eran más permeables, todo era más familiar. Continuamente venían personas con enfermedad mental o discapacidad intelectual a vernos a las oficinas. A veces, el comité de dirección estaba reunido y entraba un trabajador a buscar un diario o a enseñarnos algún dibujo que habían trabajado. Todo esto forma parte de las cosas que me sorprendieron de La Fageda. Ahora, estamos en momento de crecimiento, de tener presencia en más lugares y de tener que profesionalizar muchas áreas. Este hecho me hace estar nostálgico de la época de antes, pero lo que me tranquiliza es que se mantiene la voluntad de cuidar a las personas, que es nuestra razón de ser y lo más fundamental.
Sobre todo, de personas que desgraciadamente han traspasado y ya no están. El profesor del IESE, José Antonio Segarra. Me marcó mucho su alegría, empujón y espíritu positivo, y también, ver el ascendiente que tenía sobre Cristóbal. Recuerdo mucha gente del Servicio de Terapia Ocupacional, como por ejemplo María Puertas, Joan Antoni –que le decíamos el “Rojo”-, Rosario y Carme Serarols.
¡Sí! Hubo una escuela que vino a visitar La Fageda y los alumnos y profesores me pidieron si se podían hacer una foto conmigo. “¡No soy Cristóbal”, los dije!
Soy una persona creyente y creo que hay un ángel de la guarda. En todo caso es innegable lo que siempre dice Cristóbal: si sumas todo el trabajo que hemos hecho en La Fageda y toda la inteligencia que hemos invertido, no acabas logrando el resultado que hemos llegado, sino que hay otro factor que lo ha impulsado. Cristóbal afirma que los valores son cambiantes, pero los principios están anclados en un pensamiento que ha tenido una continuidad en todos los tiempos, civilizaciones y territorios. Es decir, hay un hilo de pensamiento que es inamovible y que siempre ha sido: el Bien, la Justicia, la Belleza… Las organizaciones que se alinean con estos principios, tienen un factor que contribuye que las cosas se pongan bien. Esto es lo que dice, y tiene mucho de sentido.
En el área comercial, para poder vender un proyecto que me apasiona, o bien, al equipo técnico. Estoy pensando que, en un futuro, me gustaría ser voluntario de la Escuela NOIMA.
Me encanta poder cantar con mis hijos, para mí es un regalo. También me gusta pintar, faenar en el jardín, ir en bicicleta, andar…
El bífidus natural me encanta mezclarlo con la crema de chocolate. Es como un suizo. También lo hago con el helado de yogur.
Veo un futuro sólido, porque la marca es muy potente y el modelo tiene mucho predicamento. Si no nos apartamos de nuestra razón de ser, auguro un futuro largo, glorioso, prometedor y positivo.
La Fageda ha supuesto un contacto con la fragilidad y con el sufrimiento de las personas, que me ha golpeado mucho y me ha hecho estar más implicado en todo lo que tiene que ver con La Fageda. Es un tema que yo ya llevaba dentro, por mi sensibilidad, pero aquí lo he vivido mucho más en primera persona.
No nos tenemos que apartar de nuestra razón de ser. Nos tienen que seguir importando las personas, que es lo mejor de La Fageda.
Eva Güibas, periodista. La Fageda.