Blog
03 enero 2018

¿Quieres saber por qué el haya duerme profundamente en invierno?

Las marmotas, los osos, las serpientes, las abejas… ¿Qué tienen en común estos animales? Si estás pensando que los un el hecho de «desaparecer» durante los meses fríos y entrar en aquello que se nombra como período de hibernación  has encertado la respuesta.

No sólo algunos animales aturan la actividad durante una parte del año para combatir las dificultades del frío extremo, también hay plantas que entran en una fase de crecimiento nulo que podríamos denominar como a hibernación. Y muy cerca nuestro tenemos un ejemplo: el haya.

Paseando por la preciosa Fageda d’en Jordà próximo a Navidad contemplamos un bosque apagado, nos vemos inmersos dentro de un ecosistema con una aparente inactividad. Los hayas lucen totalmente desnudos, mostrándonos su esqueleto en forma de tronco, escuerzo y ramas. Las hojas ya han caído. O mejor dicho… los hayas las han expulsado. Pero… ¿para qué?

 

La Fageda d’en Jordà en invierno.  Foto: Enrique Núñez

Con el fin del verano, las horas de luz empiezan a disminuir. Las noches son más largas y la intensidad de la luz también es menor. Además, el suelo se puede congelar. Delante de esta complicada situación, los hayas tienen severas dificultades para poder seguir realizando la fotosíntesis. Las hojas son las fábricas de producción de su alimento y necesitarían hacer un sobre esfuerzo que el árbol no puede asumir para seguir transformando la savia bruta en savia elaborada. Consumirían más energía de la que realmente podrían producir. Es por este motivo, y también para protegerse de unas heladas que le podrían provocar la muerte, que inicia un proceso que terminará con la caída de las hojas y con la aturada de su actividad y crecimiento.

En desaparecer la fotosíntesis, la planta retira la clorofila de las hojas. Como que la clorofila es la substancia que le da el color verde, las tonalidades del árbol van cambiando hasta coger los típicos tonos de otoño amarillentos, anaranjados y rojizos. Los conductos que unen la hoja y la rama se van secando y, gracias a la ayuda del viento, las hojas acaban formando una alfombra en el suelo del bosque que se convierte en refugio de una gran cantidad de invertebrados.

 

Colores de la Fageda d’en Jordà en otoño.  Foto: Enrique Núñez

Las gemas se mantienen en el árbol. Las ramillas conservan los yemas pero, importante destacarlo, deshidratados. La capacidad de adaptación al medio del haya es gran y prevé la retirada de agua para evitar que esta se pueda congelar en su interior y perjudicar sus tejidos. Esta agua la enviará hacia el escuerzo y las ramas. Cuando llegue la primavera será el momento de hacerla servir para rehidratar los yemas y permitir el nacimiento de nuevas hojas, entre abril y mayo.

Fascinante. Un árbol que merece nuestro respeto y admiración. Porque trabajamos entre hayas, porqué queremos a nuestro entrono. Por eso, desde La Fageda esta vez hemos querido dedicar un post a difundir la vida de un árbol que nos acompaña cada día. Como más lo conozcamos, más lo querremos.

 

 

Víctor de Paz
Periodista. Guia de La Fageda

Forma parte de la comunidad
Suscríbete
Colabora con los proyectos de La Fageda
COLABORA
Síguenos en redes sociales