El día 11 de enero del año 1993, en La Fageda pusimos en marcha la fábrica de lácticos. Las instalaciones, situadas en Mas Els Casals (Santa Pau), eran muy pequeñas, pero nos permitieron iniciar la elaboración de los primeros yogures.
En aquel momento, nuestras actividades principales, el vivero forestal y la granja, estaban en crisis. Por un lado, a causa de la crisis que impactó el sector del viverismo forestal y por el otro, la Política Agraria Común europea que supuso un cambio estructural en el sector lácteo con la imposición de las cuotas lecheras. Esto hizo replantear las actividades empresariales de nuestro proyecto.
Decidimos transformar la leche, la materia prima de las vacas de nuestra granja, y crear un producto con valor añadido, que al mismo tiempo diera sentido al trabajo de las personas que formaban parte del proyecto.
Fruto de un viaje fuera de España, el fundador de La Fageda, Cristóbal Colón vio la necesidad de crear un yogur similar a los que había visto en los países europeos. «Necesitamos una empresa de éxito para conseguir el éxito terapéutico. Tenemos que solucionar un problema social y tenemos que desmarcarnos de las grandes empresas de yogures con un producto diferente», dijo Cristóbal, tal como recuerda la escritora Dolors González en el libro ‘La Fageda, Historia de una locura’.
Para hacerlo posible, se tenía que encontrar la manera de poner en marcha la idea sin correr grandes riesgos empresariales. Cristóbal vio la oportunidad y contactó con su amiga Montse Betriu, directora financiera del Hospital Vall de Hebrón, que le ofreció la posibilidad de vender los primeros yogures de La Fageda en el hospital, con la condición que estos fueran de calidad e igualaran el precio de los que se los suministraban anteriormente. Este acuerdo nos aportó la solvencia necesaria para sacar adelante el proyecto empresarial y supuso la entrada de los yogures en el mercado de referencia de los hospitales.
Y es así como el 23 de enero de aquel mismo año, desde La Fageda empezamos a entregar yogures en el Hospital Vall de Hebrón de Barcelona. Fue nuestro primer pedido y lo cierto es que la noche de antes, fue muy larga. Hoy, lo recordamos de forma muy entrañable, tal como describe González en el libro: «Cuando los yogures salen bien, la tapa se engancha al revés; cuando la tapa se engancha bien, los vasos caen y se derrama el yogur; cuando llega el momento de vestir el pack con el cartonaje, la fecha de caducidad no sale impresa…». De este modo, nuestros yogures se convirtieron en los postres de las personas ingresadas en el Hospital Vall de Hebrón.
Actualmente, producimos más de 90 millones de unidades de yogur de 125 gramos y también elaboramos postres, helados y mermeladas.