Blog
13 mayo 2022

Las grasas de los lácteos, más buenos y saludables de lo que nos pensamos

Debido a que los lácteos son alimentos de origen animal, su contenido en grasa saturada y colesterol suele ser elevado. Esto ha hecho que tradicionalmente se recomiende escoger sus versiones semidesnatadas o desnatadas para tener una buena salud cardiovascular.

Pero en temas de nutrición, la ciencia nunca es blanca o negra, sino que admite una amplia escala de grises. Los estudios más recientes indican que, contrariamente a lo que se pensaba, los productos lácteos enteros pueden ser beneficiosos para la salud cardiovascular. Descubre por qué no todas las grasas saturadas se comportan igual y qué dicen los últimos estudios sobre los lácteos enteros y la salud metabólica.

La solución para cuidarte no pasa por centrarte solo en un único nutriente

Cuando surge algún tema de nutrición en la conversación es frecuente vincular las propiedades saludables de los alimentos a su contenido en determinados nutrientes. Pero la realidad es que un alimento es más que la suma de sus nutrientes por separado y esto hace que muy pocas veces el protagonismo lo tenga solo un nutriente en concreto. De hecho, se estima que de todos los 26.000 compuestos diferentes que podemos encontrar en los alimentos, solo tenemos bien definidos y estudiados 150.

Si por ejemplo piensas con el yogur, es posible que te venga a la cabeza su contenido de bacterias saludables probióticas que es la propiedad que se suele destacar en el lineal de los supermercados. Pero un yogur también te aporta proteínas de alta calidad, grasas saludables, vitaminas, calcio y fósforo que trabajan con equipo con los fermentos lácteos y en su conjunto hacen que sea un alimento nutritivo.

¿Por qué no todos los alimentos con grasas saturadas son iguales?

Desde hace muchos años las grasas se han visto como las malas de la película. Sin embargo, hablar de grasas es tan general como hablar de ciudades. Al igual que cada ciudad tiene sus características y algunas son más encantadoras que otras, no todas las grasas se comportan igual una vez las hemos ingerido a través de los alimentos.

De modo que no es correcto poner a todas las grasas dentro del mismo saco, sino que antes de sentenciarlas como poco saludables hay que saber qué tipo de grasa saturada contiene el alimento en cuestión. Por ejemplo, algunas propiedades de las grasas que influyen en sus efectos sobre la salud son su estructura química (longitud de la cadena de cada ácido graso), su origen y la matriz alimentaria en la que están incluidas (las grasas de la carne se comportan diferente que las grasas de los lácteos, aunque ambas son saturadas).

En el caso de los lácteos, se ha comprobado que el 60% de las grasas de la leche no solo no aumentan el riesgo cardiovascular, sino que pueden protegernos de la obesidad y la diabetes tipo 2. Por ejemplo, el ácido esteárico, el ácido oleico, el ácido linoleico conjugado y los esfingolípidos son diferentes tipos de grasas que se encuentran en los lácteos y tienen la capacidad de reducir el colesterol sanguíneo. Por otra parte, la proteína de los lácteos puede reducir la sensación de hambre, complementando el efecto beneficioso de las grasas antes descrito.

El consumo excesivo de grasas trans de origen industrial (por ejemplo, las que abundan en los alimentos ultraprocesados como la bollería y los platos precocinados) se ha relacionado con un aumento del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Pero este no es el caso de las grasas trans naturales procedentes de la leche, cuyo consumo puede favorecer que nuestro cuerpo responda mejor a la insulina, que es la hormona que ayuda a que la glucosa de los alimentos entre en las células y se pueda utilizar como combustible.

¿Qué dicen los últimos estudios sobre la relación entre las grasas de los lácteos y las enfermedades cardiovasculares?

Los estudios más recientes como este (una revisión que incluye diferentes estudios) concluyen que no existen diferencias entre tomar lácteos enteros o lácteos desnatados para prevenir el riesgo de enfermedades cardiovasculares como la diabetes tipo 2 y la obesidad. Incluso para los más pequeños de la casa, el consumo de lácteos enteros se asocia a una reducción de un 43% del riesgo de tener sobrepeso.

Por tanto, a la luz de este y de otros estudios recientes, no tiene sentido mantener la preocupación sobre el consumo de productos lácteos enteros.

El yogur, un lácteo con propiedades cardiosaludables y un buen indicador de la calidad de nuestra alimentación

El tipo de grasa de los lácteos no es el único factor responsable que explica su efecto protector frente a la obesidad, el síndrome metabólico y la diabetes tipo 2. Se ha visto que el calcio de los lácteos, y no solo la presencia de grasas saturadas específicas, podría explicar el efecto protector que tienen los lácteos en la reducción del peso corporal.

Más recientemente, se ha descubierto que las bacterias con propiedades probióticas podrían contribuir a explicar la capacidad del yogur y otras leches fermentadas de reducir el riesgo de diabetes tipo 2 y síndrome metabólico en población sana.

Mientras los científicos se ponen de acuerdo con qué tipo de bacteria parece la más indicada para perder peso y prevenir las enfermedades cardiovasculares a lo largo de la vida, una buena receta que tenemos al alcance para cuidar nuestra salud metabólica pasa por incluir el yogur en nuestros menús diarios. Además, tomar yogur se relaciona con tener una alimentación equilibrada y llevar un estilo de vida saludable.

Forma parte de la comunidad
Suscríbete
Colabora con los proyectos de La Fageda
COLABORA
Síguenos en redes sociales