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21 octubre 2019

‘El resto de empresas deberían fijarse en La Fageda: poner a la persona en el centro puede ser un modelo de éxito’

Natural de Premià de Mar, en el Maresme, nuestro protagonista de hoy, David Fernández Arjona, ya hace casi dos años que trabaja con nosotros. Entró en La Fageda en noviembre de 2017 con el objetivo de relevar en el cargo a una figura histórica del proyecto, Enrique Núñez, realizando las tareas de planificación y también de gestión de compras.

 

Tiene una tarea fundamental: decide cuantos yogures y de qué tipo y sabor se producen cada día, en función de las ventas que absorbe el mercado. Y hay poco margen de error. El viernes es su día más intenso, ya que le toca programar la agenda industrial de la semana siguiente. Así que mejor no molestarlo demasiado, nos recomienda en tono de broma.

Los compañeros de su entorno lo definen como un «hormiguita»:trabajador incansable, silencioso, pensando en el equipo; y también rápido y una gran persona. Hoy entrevistamos a David Fernández.

Aficionado al deporte desde pequeño, también le gusta leer, tocar la guitarra y escuchar música, sobre todo rock. Dejó los estudios un poco desmotivado a los 17 años para ponerse a trabajar pero a los 24 los recuperó y desde entonces no ha parado de formarse. Es ingeniero técnico mecánico, tiene tres años terminados de la ingeniería eléctrica y ahora se plantea empezar el grado de física. También ha realizado un posgrado en energías renovables y otro en mantenimiento industrial.

 

Su primer trabajo fue en un taller textil, de grabador, haciendo moldes y cilindros para la estampación. Después de terminar la primera carrera, lo contrataron en Iveco para hacer de calculista.

 

¿Calculista?

Con un software especial que tienen muchas multinacionales, hacíamos cálculos de resistencia de piezas de motores. Interpretaba los cálculos y hacía informes que enviaba a los diseñadores para que pudieran crear piezas resistentes. Así evitábamos hacer las piezas reales y calcularlas en un banco de pruebas. Nuestras pruebas eran virtuales y cuando hacíamos la pieza ya sabíamos que funcionaría bien. Alguna vez también hacíamos cálculos de circuitos de fluidos. Y cada dos o tres meses me iba a Turín una semana con la dirección del equipo para poder trabajar juntos. Me gustaba mucho, era el mejor trabajo que había tenido hasta ese momento. Estuve dos años, pero lo acabé dejando voluntariamente.

David de niño.

 

¿Apareció un proyecto más motivador?

Me enamoré del paisaje y del clima de Astúrias. Ya conocía un poco la zona, porque mi padre es de León, y cuando vi que un amigo de Barcelona se iba a vivir allí yo decidí hacer lo mismo. Me compré una casa en un  pueblo muy pequeño de la comarca de Langreo, en la zona de las cuencas mineras del carbón. La experiencia duró poco, cuatro meses… No conseguí encontrar ningún empleo…

 

Eran unos años difíciles…

Estuve buscando por diferentes ciudades, Gijón, Oviedo… No salía nada. Parecía imposible. Decidí regresar a Catalunya porque la cosa no pintaba nada bien y allí sin trabajar no estaba tranquilo. Puse la casa en alquiler para que no estuviera vacía y alguien la pudiera cuidar y volví. Casualidades de la vida, una vez aquí me puse en contacto con Iveco y resulta que el chico que me sustituyó no les había funcionado. Pude recuperar mi puesto. Pero sólo durante un año…

 

¿Cambio voluntario esta vez?
No, esta vez no lo decidí yo… Hicieron una regulación de empleo en enero de 2010 y dejaron de renovar contratos a los temporales. Cuando se terminó el mio, me quedé de nuevo en el paro. Pero no para mucho tiempo. En seis meses encontré trabajo a través del antiguo Inem. Debo ser de las pocas personas que han encontrado trabajo allí.

 

Tienes razón.

Entré en una planta de gestión residuos de Mataró. Trabajé año y medio como operario en la planta de incineración de residuos, una planta térmica de generación de energía. Quemábamos todo el desecho y con el calor y el vapor se movían unas turbinas que generaban electricidad. Después se crearon dos plantas nuevas, una de separación de residuos y otra de biogás, y me ofrecieron ser uno de los responsables de turno de ambas instalaciones. Lo acepté y así estuve durante 9 años hasta que entré a trabajar en La Fageda.

 

Buscabas la Asturias catalana…

Fueron dos los motivos principales que me empujaron a este otro cambio. Los horarios eran muy duros. Trabajaba dos días en el turno de mañana, dos en el de tarde, y tres en el de noche. Y los descansos no eran suficientes. Por otro lado ya hacía tiempo que quería cambiar de aires y acercarme al Pirineo. Cuando terminé la carrera hice la especialización en máquinas hidráulicas y mi idea, ya en aquél momento, era trabajar en alguna zona de montaña en una empresa hidroeléctrica.

 

¿Y cómo y en qué momento La Fageda se cruza en tu camino?

Recuerdo que estaba trabajando en el turno de noche y vi, en el descanso, que un compañero de la universidad había compartido en las redes una oferta de trabajo de responsable de planificación y compras en La Fageda. Envié el currículo con una pequeña carta de presentación aquella misma noche. No tenía experiencia en compras y tampoco demasiada en planificación industrial pero lo quise probar.

 

Hiciste bien.

Tres o cuatro días después no me habían dicho nada aún y envié otro correo para confirmar que habían recibido toda mi información. En breve me llamaron para una primera entrevista. Subí una tarde y luego tuve que regresar rápido a Mataró para entrar en la planta en el turno de noche. Después de dos entrevistas, me llamó Sara Vidal [responsable del Área de Gestión y Desarrollo de Personas] y me dijo que el puesto era mío.

 

¿Te lo esperabas?

No, para nada. Me puse muy contento. La mañana siguiente presenté una carta de renuncia en la planta de residuos. El gerente y algunos directivos quisieron hablar conmigo enseguida para recordarme las posibilidades de crecimiento y mejora de horarios en la empresa pero yo ya lo tenía decidido. Me hacía las maletas de nuevo esta vez con destino a la Garrotxa.

¿Qué conocías de La Fageda por aquel entonces?

Conocía el proyecto desde hacía años. Lo vi en televisión cuando era un crío de 15 años y ya me llamó la atención. Me pareció un paraíso poder trabajar con un bosque de hayas alrededor. Y aquí estoy, bastantes años después. También hay otra anécdota curiosa: resulta que estuve trabajando varios años con el cuñado de Enrique Núñez, la persona a la que he sustituido, en una empresa textil. De esto último me enteré hace cuatro días, de casualidad, hablando con Enrique sobre nuestros orígenes en El Maresme. El mundo es muy pequeño.

 

Con él has ido aprendiendo la labor de planificación industrial…

Sí, desde que entré aquí, en noviembre de 2017, he pasado por dos etapas. Una primera de reordenación del departamento de compras, una sección relativamente nueva, y otra realizada conjuntamente con Enrique para empezar a preparar su relevo y formarme como planificador industrial.

 

Una tarea difícil esta segunda.

He estado unos meses codo con codo con Enrique y cuando ha visto que todo iba bien y ya tiraba solo él se ha retirado.

 

¿Cómo describirías tu día a día?

En el departamento de compras cuento con dos personas más, en Josep Guillamet i en Josep Font, que se encargan de comprar los productos y materias primas necesarias para la producción industrial. Es una tarea muy importante. Repasamos lo que tenemos y, en función de las ventas previstas, realizamos las comandas a los proveedores de todo lo que nos falta. Mi labor aquí, como jefe de sección, es la de supervisar que todo salga bien pero mi equipo sabe perfectamente lo que ha de hacer y lo hace muy bien. La mayor parte de mi jornada la dedico a la planificación.

Decides qué tipo de yogur y cuantas unidades se van a producir cada día. 

Sí, básicamente he de hacer dos cosas. La primera, una hoja de cálculo con la previsión de lo que vamos a vender. La realizo a través de un histórico con las ventas de los últimos años. A través de ella planifico la producción de la semana siguiente. La segunda, una vez empieza la semana, ir ajustando mis previsiones a los datos reales de ventas. Por ejemplo, si he planificado que durante una semana cada día se van a vender 150.000 yogures naturales pero las ventas reales ascienden a 185.000, sabré que tengo que ajustar los datos y producir 35.000 naturales más por día. Tengo que estar muy pendiente de todo lo que se vende cada día para no dejar de servir a ningún punto de venta.

 

Que no falten y también que no sobren… El hecho de vender un producto con una fecha de consumo preferente relativamente corta debe dificultar tu tarea…

La verdad que si. Siguiendo el ejemplo anterior, alguien me podría decir que produzca 500.000 naturales por día y tener así un sobrante por si hay más demanda. Pero ese sobrante no puede estar muchos días parado porque se va acercando la fecha y luego ya no se puede vender. Tengo que ajustarlo todo al milímetro.

 

Debes necesitar máxima concentración para leer tantas cifras.

Soy bastante maniático y supongo que como el resto me gusta hacer mi trabajo bien hecho. Mi día más complicado es el viernes, ya que planifico toda la semana siguiente. Si en ese momento alguien me viene a pedir algo me desconcentra y tardo más en terminar. Y puede que no sea la persona más amable del mundo en esos momentos. Espero que se entienda y nadie piense que estoy de mal humor (ríe).

 

Te tendrás que poner un cartel de ‘no molestar’…

Enrique lo hacía, ponía un cartel en la puerta de su despacho y se cerraba. Yo no puedo porque no tengo despacho propio (ríe).

 

El mercado no es una ciencia exacta. Debe haber variaciones en el consumo…

Sí, a veces se invierten alguna tendencias y se producen pequeños desajustes. Pero nada grave. Si hay festivos en esa semana todo se complica más. Los consumidores van a querer yogures igualmente pero nosotros tenemos un día menos para producirlos. En la semana del 11 de setiembre, por ejemplo, tuvimos que producir más de 400.000 unidades por día.

 

¿Cuál es la parte de tu trabajo que más te divierte?

La planificación. Trabajo con muchos números y muchos datos y todo es parecido a un rompecabezas. Al final acaba encajando. Es divertido.

 

Define a La Fageda con tus propias palabras.

Es una empresa que tiene que servir de modelo a todo el resto de empresas. Es el claro ejemplo que poner al trabajador en el centro puede ser y es un modelo de éxito.

 

Después de dos años con nosotros debes conocer ya bien todo el proyecto. ¿Queda alguna sección de la que no tengas aún mucho conocimiento?

Me falta por visitar las dos residencias que tenemos en Olot.

 

¿Cuál es tu producto favorito?

Los postres, cualquiera de ellos: la crema, el flan o la crema de chocolate.

 

¿Te verías trabajando en algún otro departamento?

Si no pudiera estar en planificación y compras, quizás me gustaría estar en el de informática. Hice un curso de programación.

 

¿Sigues practicando tanto deporte como antes?

Sí.  A veces cuando saldo de trabajar me voy a correr por los alrededores de la finca. También me gusta la bici y me acabo de comprar una de carretera. A parte del deporte me gusta leer, tocar la guitarra eléctrica y escuchar música rock.

¿La Garrotxa o Asturias?

Son parecidas. Lluvia abundante, zona montañosa… Dicen que la Garrotxa es el orinal de Catalunya y en Asturias pasa algo parecido. El paisaje es verde en ambos lado. Si tengo que escoger, me quedo aquí.

 

Víctor de Paz, periodista y guía de La Fageda

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