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30 noviembre 2017

De cuando hace veinte años La Fageda cambió el vestido y empezó a nacer una marca

Rosa Llach, Roser Segura, Magda Curós y Lourdes Juvinyà son veteranas profesionales de La Fageda que en su memoria guardan un montón de anécdotas y momentos históricos del proyecto. Hemos querido rescatar uno de hace veinte años, de 1997, cuando La Fageda, que ya llevaba cuatro años elaborando yogures, tenía un reto que preocupaba a su fundador, Cristóbal Colón: dotar al proyecto de una marca propia.

Y Cristóbal, que delante cualquier preocupación sigue la consigna «no te preocupes, ocúpate» las hacía entrar a su despacho para pedirles su opinión sobre el nuevo vestido con qué quería ocupar los yogures, el lenguaje marquetiniano, el packaging: y decir adiós al antiguo embalaje. Su nuevo vestido incorporaba unos manteles blancos y azules, una vaca al lado del logotipo y un concepto, el yogur de granja. Tres elementos muy visibles y sobre todo, distintivos.

Magda y Lourdes coinciden en recordar que la nueva propuesta no les convencía especialmente. «A mí, el concepto yogur de granja me chocaba un poco» dice Magda. Lourdes tiene muy fresca una expresión que hacía servir Cristóbal «recuerdo sobre todo cuando decía que el nuevo packaging haría mancha a los lineales de los comercios, que ser verían más nuestros yogures, pero en aquel momento a mi me gustaba más la imagen de antes. Y esto de hacer mancha siempre me ha quedado!» comenta mientras no puede evitar reír.

La memoria de Roser se zambulle en el debate que se ponía sobre la mesa en relación al concepto yogur de granja, y de como el publicista Marçal Moliné avalaba de manera decidida esta definición para presentarla como un importante atributo de la marca. Rosa fue testimonio de todo el proceso, y eso le sirvió para conocer a fondo los motivos del cambio y como Lourdes, también tiene presente el comentario de la mancha.

 

 

La escena en el despacho de Cristóbal es una más de las muchas que se vivieron cuando con Moliné y el diseñador garrotxí Pere Gelis, se trabajaba para idear el nuevo diseño del packaging de los yogures, en una etapa en que se empezaba a hacer evidente la necesidad de crear una marca. «Escogen un vestido hecho con un dibujo de manteles blancos y azules, con la voluntad de evocar aquello natural, el campo, el pasado, aquello perdurable y sano. Harán aparecer una vaca al lado del logotipo y crean el concepto yogur de granja, para destacar que no son fabricantes industriales sino que elaboran los yogures con la leche de sus vacas». Este fragmento se puede leer en uno de los capítulos del libro La Fageda, historia de una locura.

Y llega la decisión final que sin duda marca un antes y un después, la de escoger este vestido. Enrique Núñez, otro veterano y por aquel entonces director de producción, corrobora los comentarios de sus compañeras «en general a la gente de la casa no les terminaba de convencer la apuesta para la nueva imagen, yo la percibía como un cambio radical. Más allá de si me gustaba o no, si que me engrescaba, confiaba plenamente en el criterio de Cristóbal que suele tener el vicio de acertarlo. Y así fue, encertamos de lleno, sirvió para hacer un salto adelante muy importante».

Qué se quería comunicar y transmitir con el cambio de packaging? Una idea esencial, que los yogures se elaboran con la leche de las propias vacas, evocar ruralidad y campesinidad gracias a los cuadros blancos y azules de los manteles, y una vez en el lineal de los comercios, causar aquello que buscaba Cristóbal «hacer mancha» I así el nuevo vestido asoló la función por la cual fue ideado, el inicio de la creación de una marca, acompañada también, por supuesto, de la cualidad del producto y de su buen sabor.

El punto de inflexión lo evidencian los números. 1997 La Fageda produjo 8.200.000 yogures. Dos años más tarde, en 1999, Enrique cerraba el año con una producción de 11.960.000 unidades. El crecimiento había estado de un 40%. «Íbamos como locos y todo quedaba pequeño, la fábrica, el almacén…»

Desde entonces aquel vestido que La Fageda estrenó hace dos décadas se ha ido adaptando a los nuevos tiempos pero el sastre ha querido que hilo y aguja sigan bordando los elementos más esenciales.

 

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