Mònica, en los jardines de La Fageda.
Cuando la escuchas, da la sensación de que lo que te está contando es tan importante que no se puede describir completamente con palabras. Quizá por eso Mònica Quiles defina La Fageda como una «caja mágica».
Nacida en Olot, de aficiones «caseras» y formada como educadora social y arteterapeuta, en 2003 aterrizó en los hogares-residencia de nuestro proyecto socioempresarial. Después acompañó a las personas del Servicio de Terapia Ocupacional durante más de una década. Y ahora, desde hace un año y medio, es una de las piezas clave del nuevo Servicio Prelaboral, sobre el cual tiene muchas ganas de hablar, porque es un servicio joven, que se está construyendo. Porque, dice, es como un hijo que a medida que va creciendo hace patente la capacidad de evolucionar que tenemos los seres humanos más allá de las dificultades que nos haya tocado vivir.
Mònica, tú ya hace tiempo que estás en La Fageda…
¡Sí! Desde 2003, unos 18 años…
¿Cómo llegas aquí?
Una compañera que me conocía por temas familiares me preguntó si podría estar interesada en trabajar en La Fageda, ya que buscaban una monitora para los hogares-residencia.
Y te cogieron.
Estuve en la residencia Fontanella durante cuatro años y en algunos momentos también en la otra residencia, la que había sido un restaurante chino. Hace mucho tiempo y, por supuesto, no llegué a trabajar en los hogares-residencia que funcionan actualmente, El Caliu y El Cassés. Aquellos años pasamos momentos muy bonitos y también otros muy tristes. Empecé a aprender de qué iba esto de trabajar con personas.
¿Era tu primera experiencia con personas con certificado de discapacidad?
No, yo ya había trabajado en la residencia de personas con discapacidad psíquica de la Fundació Ramon Noguera. Allí trabajaba de noche y, durante el día, estudiaba Educación Social. Todo, en la ciudad de Girona. Fue una época intensa. Es lo que tiene, tener que pagarte los estudios. Ya antes, cuando era muy jovencita, ¡estuve trabajando en una pastelería de Olot!
Porque tú eres de La Garrotxa de toda la vida ¿verdad?
Sí, nací en Olot y aquí sigo.
Con unos tres años.
¿Cómo definirías la Educación Social? Hace poco, Ester Campdelacreu nos explicaba qué es el Trabajo Social… Y también está la Integración Social.
Son perfiles que se pueden solapar mucho. Cuando yo estudié, la carrera era relativamente nueva y había pocas promociones que se estaban empezando a ubicar en el mundo laboral. Ahora la figura de educador la puedes encontrar prácticamente en todos los ámbitos sociales. Son figuras pensadas para la atención directa, de primera línea. Son profesiones que, en mi opinión, deben ir acompañadas de otras formaciones para complementar y mejorar.
¿De qué manera te has formado, en tu caso?
Terminé la carrera, tuve a mis primeros dos hijos y, ya trabajando aquí, habiendo pasado de los hogares-residencia al Servicio de Terapia Ocupacional, decidí hacer un máster de Arteterapia. Quizás pensaba más en hacerlo por el trabajo, pero en realidad me ha servido mucho en la vida. Incluso, en muchas ocasiones puedo tener una manera de funcionar muy arteterapéutica, tanto en el trabajo como en el ámbito personal.
Con su familia.
¿Nos lo puedes explicar un poco?
En Arteterapia lo más importante es la persona, no los síntomas o las etiquetas. En el máster teníamos que hacer terapia nosotros mismos, más allá de los estudios, lo que me ayudó a conocerme y a reparar cosas mías. Y es como un engranaje. Si te cuidas bien, podrás cuidar bien a los demás. Igualmente, es importante escuchar a los demás de manera limpia, sin prejuicios, sin la propia subjetividad.
¿Y el arte qué papel juega?
Es un vehículo. La pintura, la voz, el ruido, la fotografía, el baile… Partimos de la idea que todas las personas tenemos unas capacidades e intentamos que la persona encuentre diferentes maneras de desarrollarlas. Lo más importante es el proceso, que es donde está la transformación. He hecho experiencias artterapéuticas tanto con compañeros de Terapia Ocupacional como del Servicio Prelaboral, donde ahora trabajo. Y a menudo retomo lecturas, porque no quiero perderlo.
Precisamente, la mayor parte de años que has pasado en La Fageda han sido acompañando a las personas con más necesidad de apoyo, las del Servicio de Terapia Ocupacional. ¿Qué es lo más importante a la hora de acompañarlas?
Sí, más de una década. A ver. Son personas que necesitan cuidados, como cualquier otra.
(…)
Pienso que tienen una gran suerte de estar aquí. Son personas con discapacidad intelectual y algunas con enfermedad mental. El Servicio de Terapia Ocupacional las acompaña en todos los ámbitos de su vida. No sólo aquí en la finca, sino también en su casa o en la residencia. También en el ocio. Imagina un padre o una madre que se hace mayor y que no sabe qué pasará con su hijo o hija que tiene mucha necesidad de acompañamiento. Poder formar parte de un proyecto como este… Es importante. Por esto, yo no las veo como personas con muchas necesidades. Porque tienen el recurso que les toca. No sé si me explico.
Sí.
Son personas. Y tienen lo que deben tener.
En todo caso, los que estáis junto a estas personas… sí tenéis unas funciones concretas.
Diría que, en Terapia Ocupacional, mi tarea ha sido intentar conectar con cada persona, a su manera, e intentar paliar un poco su sufrimiento. Si la persona tiene experiencias buenas, hará vínculo. Será un lugar de confianza. Donde escucharla y dar mucho valor a lo que le pasa. Es… Mirar el sufrimiento a la cara. Estas personas, para mí, son supervivientes y son muy valientes. Porque saben qué les pasa. Hay que cuidar mucho lo que les dices. La línea es muy fina.
Mònica, a la izquierda, con compañeros y compañeras del área Social, además de los fundadores de La Fageda, Carme Jordà y Cristóbal Colón.
Y … Debe costar separar la vida profesional y la personal.
En un principio.
¿Con el tiempo aprendes a hacerlo?
¡Por supuesto! Ahora, cuando salgo del bosque que cruzamos para llegar a la finca, ya he desconectado… Aunque es cierto que el equipo Prelaboral continuamos siempre conectadas para atender momentos o situaciones que lo requieran.
Me parece que nos pasa un poco a todos, esto del bosque… Cruzar La Fageda d’en Jordà es un buen tránsito hacia el proyecto.
Sí. Tanto para entrar, como para salir. Y tiene que ser así. Si te enganchas a algún hecho, o alguna palabra de alguna persona, no puedes dar lo mejor de ti. Hay que ser humilde, darle la vuelta y seguir.
Estar centrada.
¡Y ahora estoy tan centrada en el Servicio Prelaboral!
También hay personas con enfermedad mental pero de un perfil un poco diferente, ¿verdad?
Sí. Tienen una enfermedad mental severa… y pueden o no tener certificado de discapacidad. Son personas que han tenido alguna o ninguna experiencia laboral.
¿Porque han ido arrastrando la enfermedad?
Sí. Pero algunas no tienen conciencia de enfermedad y quizás sus familias tampoco. Y no es tan fácil tener un diagnóstico. Algunas de estas personas han hecho un camino muy pesado.
Son bastante jóvenes, ¿verdad?
Sí, desde los 18 hasta los 50 y tantos. Edad laboral.
Y no vienen a trabajar.
No. Vienen a volver a adquirir o conseguir sus capacidades laborales. A vivir La Fageda como un lugar donde se está bien, del que pueden ser parte. En realidad, vienen a volver a ser ellos mismos. Son personas que acumulan muchas decepciones y frustraciones, además de la enfermedad mental. Algunos no salían prácticamente de casa, o deambulaban. Y ahora vienen aquí cada día.
Cada día.
¡Cada día! Esto representa una rutina, relacionarse… Y, aunque aquí tengan alguna conducta inadecuada, no los queremos expulsar, porque no estamos para eso. Estamos para que tengan un lugar donde sentirse confiados, tanto en los buenos momentos como en los que no lo son tanto. A partir de ahí, pueden empoderarse. Y piensa que son 15 personas y que dentro del grupo están pasando cosas interesantes en sus relaciones, cosas que quizás no tuvieron oportunidad de gestionar antes, o en la infancia. Y miramos que las vivan de manera natural, reparadora.
¿Cómo es tu día a día, junto a estas personas? Supongo que hay una parte de atención personalizada y otra grupal.
Por la mañana los voy a recibir donde cogen el minibús en Olot, venimos a la finca, cada uno va a cambiarse y luego ya van a trabajar a su sección. Y entonces yo voy a verlos a las secciones: fábrica, donde les ofrezco mucho acompañamiento, mermeladas, cocina-comedor, jardinería, los huertos del Rebost, etiquetado… Suelen estar en las secciones que ellos nos piden. Después, hay días que toca hacer actividades, trabajo de grupo, hay días que podemos tener entrevistas individuales, o con las familias … Con el tiempo, los podríamos contratar en las secciones de fábrica o de jardinería, a través del Centro Especial de Empleo.
Los compañeros de Prelaboral, además de poder acabar siendo contratados en La Fageda, ¿podrían ir a trabajar fuera?
Sí, siempre que los viéramos preparados. El servicio tiene una limitación temporal, pero el objetivo es que cada uno encuentre el mejor lugar para él dentro de La Fageda o, si se da el caso, fuera. Y que, en el camino, a pesar de los bloqueos, descompensaciones o pasos atrás que surjan, puedan ir cosiendo su vida. Es necesario que se sientan valorados, escuchados, no juzgados. A veces se enfadan. Y lo celebro, porque quiere decir que están conectados.
¿Cómo valoras, un año y medio después, la puesta en marcha del servicio?
Es brutal. A veces, es duro. Tienes que cuidar tanto lo que dices, qué haces, cómo lo haces… Pero es brutal. Ver que un compañero que venía con el pelo en la cara y la capucha puesta llega un día con el pelo corto y la cara destapada es muy simbólico. Con ellos hemos hecho talleres de autoestima, de abrir la mente, intentando que conozcan a las otras personas del proyecto. Ahora se ha incorporado una compañera al equipo durante unas horas, Violeta. Aprovechando que ella tiene formación en baile, hacemos country y hip hop con las personas de Prelaboral. Y el equipo lo coordina una gran maestra, Carme Jordà. Ha sido mi referente todos estos años en La Fageda y, ahora que trabajamos codo con codo, intento ser una esponja para chupar toda su sabiduría, que es inmensa. Y eso me hace muy feliz. Y, recordando un aprendizaje de Carme… en muchos momentos, quien nos enseña el camino son las mismas personas que atendemos.
Cada uno es su propio sabio para que las cosas se transformen, ¿verdad?
¡Se transforman! Y quiero decirlo: se transforman porque sudamos y hacemos las cosas muy bien. Con Carme, con Violeta y con Tania, la trabajadora social.
Con Carme Jordà y con Cristóbal Colón, fundadores de La Fageda.
Así pues, el Servicio Prelaboral tiene futuro.
Claro que sí. Y me veo en este futuro.
Y a La Fageda, ¿cómo la ves?
Está creciendo mucho y lo que se está haciendo es muy necesario para la comunidad. Es fantástico y, al mismo tiempo, me da un poco de vértigo.
¿Cómo definirías La Fageda?
Como una caja mágica…
¿La magia es lo que no entendemos pero que en realidad sí tiene explicación?
Sí … Es una caja mágica llena de personas con muchas capacidades. Lo que tenemos que hacer es procurar que florezcan. Hay una frase que dice que la naturaleza cura y el médico procura. Nosotros tenemos que hacer esto. Procurando que aflore lo que ya está. La magia traducida en potencialidad y capacidades. Y trabajar todos desde una misma intencionalidad.
¿Te quedas con algún momentazo en La Fageda?
He pasado momentos de todo tipo, en La Fageda. Pero yo me quedo con… que me han dejado crecer: cuando hice el máster, o cuando tuve un cáncer, me cuidaron mucho; también, cuando necesitaba un cambio y pude empezar a construir con las compañeras el Servicio Prelaboral. Dejarme crecer me ha permitido trabajar en mejores condiciones para las personas, y eso para mí es fundamental.
Pregunta obligada. ¿Si no estuvieras en el ámbito social de La Fageda, te gustaría alguna otra sección?
Es que … Ahora estoy muy bien.
Mònica, en una de las asambleas que celebramos regularmente.
Y… No te he preguntado por tus aficiones, más allá de nuestro proyecto.
Son muy caseras, desde ir a caminar, sola o acompañada, hasta distraerme escuchando música sentada en la terraza de casa. También me gusta mucho leer, pero no soy una lectora de novelas, sino de temas relacionados con la psicología y la filosofía. Tengo la suerte de vivir en un lugar maravilloso, que en muchos momentos me aporta una sensación de plenitud.
¿Y tu producto favorito de La Fageda?
¡Indiscutiblemente el bífidus natural! Lo tiene todo. El sabor y también las bacterias que lleva. Y, cuando como cosas que no debería comer… ¡La crema de La Fageda! Le añado mucha canela. ¡Mucha!
¿Crees que nos dejamos algo sobre lo que hablar?
No sé, tal vez habría podido decir frases más importantes. Pero… Ahora quisiera leer esto.
La entrevista termina cuando Mónica me lee un escrito sobre los cambios que ha hecho un compañero de Prelaboral. Se emociona a medio leer. «Y yo me quedo inmersa en todas aquellas palabras de esperanza y en su suspiro», termina.
Roser Reyner, periodista y guía de La Fageda