Ester, el día de la entrevista, en la Cocina-Comedor de La Fageda.
Viernes por la tarde de principios de marzo. Nos situamos en una mesa de la Cocina-Comedor de La Fageda, ahora vacía, limpia y ya preparada para el lunes. «Soy garrotxina garrotxina», proclama Ester Planella, la monitora de esta sección, enamorada de nuestra comarca, la Garrotxa.
Nacida y residente en Olot, le gusta todo lo relacionado con el arte y la creatividad. Escuchar música es, según cuenta, imprescindible en su día a día. También, caminar.
Y, sobre todo, el contacto con las personas.
De ello trata su trabajo en La Fageda, donde aterrizó tras una experiencia muy cercana que la marcó.
Mientras hablamos, se acerca Tura, una persona con certificado de discapacidad que fue compañera de Ester en la Cocina-Comedor hasta que pasó a formar parte del Servicio de Terapia Ocupacional. Tura le trae una libreta. Ester le devuelve otra. Cada semana se las intercambian. Ester le pone «deberes» y Tura le entrega los de la semana anterior. Hace muchos años que tienen esta costumbre.
También vendrá Manu para recoger un altavoz que enchufó en el comedor para cargar la batería. O Carlos, que querría quedarse a charlar… Pero le pedimos que nos deje un rato a solas para la entrevista.
Y, entre visita y visita, tenemos esta conversación.
Ester, cuando tenía 8 años, con su hermano Jordi y su perro Tintin.
Ester, ¿cuánto tiempo llevas en La Fageda?
Pues … esta semana ha hecho 11 años!
¿Cómo fue?
Fue a raíz de una experiencia muy cercana. En ese momento trabajaba en Correos, vi que se hacía un curso de auxiliar de enfermería de salud mental y toxicomanía y me apunté porque necesitaba entender todo lo que habíamos vivido… Y se abrió un mundo inmenso. Cuando terminé el curso, envié el curriculum a La Fageda y al cabo de dos semanas contactaron conmigo.
¡Que rápido!
Coincidió que había una vacante para monitora de transporte, del comedor a la hora del almuerzo y de recreo dos horas al mediodía, lo cual me gustaba mucho.
¿Acompañabas a las personas que venían en autobús?
Sí, por la mañana acompañaba a las personas que venían en el autobús de las ocho hacia el Centro Especial de Empleo. Después, traía en furgoneta a personas que vienen de fuera de Olot. Seguía con el autobús de las diez, con el cual recogíamos a las personas del hogar-residencia El Cassés y del Servicio de Terapia Ocupacional. Por la tarde iba con el autobús del Centro Especial de Empleo, que se marcha a las seis de La Fageda. Ahora, ya hace unos cuantos años que sólo llevo la furgoneta de la mañana y acompaño al autobús de las seis.
¿Y las dos horas como monitora de recreo? Tengo entendido que os lo pasabais muy bien.
Éramos dos monitoras. Eli, que ahora trabaja en los hogares-residencia, y yo. Hacíamos muchas actividades: concursos de dibujo, de pintura, jugábamos a la petanca, hacíamos competiciones, gymkhanas, disfraces para Carnaval, a veces íbamos a pasear, algún día mirábamos una película, algún día hacíamos masajes…
¡Caramba!
¡Sí! ¡Triunfábamos con los masajes! Y era muy divertido, porque era un grupo pequeño y permitía compartir un rato de ocio fuera del ámbito laboral.
¿Un grupo de qué personas?
De las personas del Centro Especial de Empleo, que disponían de alrededor de una hora después de comer y antes de volver al trabajo. ¡Era muy bonito! Lo echo mucho de menos.
¿Te gustaría seguir haciéndolo?
Ahora no sé cómo se podría hacer, porque hay mucha diversidad de horarios. Actualmente, se hacen las caminatas saludables un día a la semana. Pero sí, tengo muy buenos recuerdos. Disfrutábamos de su tiempo libre, era un rato en el que las personas no estaban trabajando y se establecía un ambiente muy ameno. Y pasaban cosas. Pero, con el tiempo, La Fageda fue creciendo y se fue reduciendo ese espacio organizado de recreo.
Ester con Eli Fargas, cuando eran monitoras del comedor y del recreo de los mediodías.
¿Cómo es, hoy, tu día a día?
Hago el transporte con furgoneta hacia las nueve y cuarto y, al llegar, ya me quedo en la Cocina-Comedor hasta las seis de la tarde, cuando acompaño al autobús.
¿Cuáles son exactamente tus funciones? Porque diría que has aprendido mucho a cocinar…
En primer lugar, acompañar a todas las personas del Centro Especial de Empleo, las que vienen a comer y trabajan en otras secciones, y también las que trabajan aquí en la cocina… Somos una pequeña gran familia… Y sí, también está toda la parte de ser la mano derecha de Neus, que es la jefa de Cocina. He aprendido muchísimo a su lado, y esto ha hecho que, cuando ella está de vacaciones, sea yo quien la sustituya.
Esto, en su momento, fue todo un reto, ¿verdad?
Sí, pero me gustan los retos. Cuando Neus tuvo que coger una baja, La Fageda me propouso cubrirla hasta que volviera.
¡Y dijiste que sí!
Lo probamos. Y fue bien … porque lo sigo haciendo.
¿Qué cosas has aprendido aquí?
He aprendido muchísimo… Cómo funciona una cocina de estas características, cómo se organiza, la importancia de hacer una buena planificación, evidentemente cocinar…
¿Y cómo funciona? Cuánta gente come aquí cada día?
Unas 120 personas. Además, preparamos la comida para los abuelos y abuelas de La Fageda, que actualmente, con la pandemia, se quedan en el hogar-residencia El Cassés. También hacemos desayunos. Y, en la cocina, muchas cosas se preparan de un día para otro. Por ejemplo, hoy hemos hecho sepia con patatas y albóndigas. Pues las patatas, que pelamos y cortamos a mano, las pelamos y cortamos ayer. Somos una sección pequeña y es importante estar bien organizados.
¿Cuántas personas sois y cuántas tienen certificado de discapacidad?
Somos ocho y la mitad de personas tienen certificado. Con la pandemia hemos tenido que variar horarios y rutinas…
¿Cómo os ha afectado?
Pues nos ha cambiado muchas rutinas, ahora asumimos muchas tareas que hasta antes de la pandemia las hacían diferentes personas de fuera de nuestra sección. Desde poner las mesas o desinfectar entre servicios, hasta emplatar todos los platos o servir los cafés en la mesa. Ha servido para mejorar algunas cosas. También, como ahora servimos toda la comida, establecemos una relación más cercana con las personas que vienen a comer.
Entonces, ¿la pandemia ha generado nuevas tareas?
Sí. Y diría que es todo un poco más ordenado y limpio. Debemos estar más presentes en el comedor. Una de las tareas nuevas es llevar los cafés a la mesa y, por tanto, una compañera se encarga de pasar por las mesas por si a los comensales les falta algo. Son nuevas tareas muy bien recibidas, tanto para quien viene a comer como para las personas que sirven.
Quizás esto ha venido para quedarse.
Quizás sí.
¿Hay algún plato que triunfe especialmente?
Sí, el pollo con patatas. También los macarrones, la fideuá…
Y respecto a tu trabajo como monitora de los compañeros de Centro Especial de Empleo que forman parte del equipo de Cocina-Comedor, ¿qué nos puedes contar?
Pues, que por mucho que cada día hagamos lo mismo, cada día es diferente. Hay días complicados, porque a veces hay imprevistos y se deben modificar las rutinas. Esto puede afectar a algunos de mis compañeros.
¿Todo lo que está fuera de lo previsto?
O fuera de las rutinas. Mi trabajo es tratar de anticiparme o transmitir la información de manera que no se sientan con la presión que supone tener más trabajo.
El equipo de Cocina-Comedor, en una imagen de 2019. Ester es la primera por la izquierda.
Y respecto a las personas en situación de vulnerabilidad que trabajan en otras secciones y que vienen a comer, ¿cuál es tu trabajo?
Servirles la comida, procurar que tengan buenos hábitos, un comportamiento adecuado, detectar si hay algún cambio en la alimentación, dar medicación a quien la tiene que tomar… Y lo que te comentaba antes. En ratos de ocio, ratos libres en los que la gente no está trabajando… debes ser observadora. Puedes descubrir cosas. Y más allá de la hora de comer, por la cocina pasa mucha gente del proyecto en un momento u otro. Es como un punto neurálgico. Una de las cosas que he aprendido es que todo el mundo puede aportar y que tienes que saber escuchar muy bien.
(…)
Porque, a veces, esto de escuchar nos cuesta un poco.
¿Te refieres, con ello, a que necesitamos escuchar más a las personas en situación de vulnerabilidad?
A todas. Todo el mundo tiene cosas que ofrecer. Sólo tienes que rascar. Observar. Saber qué intereses tiene la persona. Y luego puedes conectar. Todos estamos aquí para acompañarnos.
Y todos, finalmente, queremos estar bien.
Muchas veces, lo único que necesita una persona es que la escuches. Un día, pregunté a un compañero que es muy callado y puede parecer frío cómo le habían ido las vacaciones. Y, por la manera como me miró, pensé que quizás nadie nunca se lo había preguntado. Desde aquel día, siempre me viene a saludar y me pregunta cómo estoy.
Tú trabajas en coordinación con compañeras del Área Social, ¿verdad?
Sí, Coral y Blanca son la psicóloga y la trabajadora social que llevan a las personas de la sección de cocina, y también trabajo con otras compañeras del Área Social.
En 11 años habrás vivido muchos cambios.
La Fageda ha crecido mucho, la entrada de nuevos colectivos en situación vulnerable nos obliga a adaptarnos, formarnos y, a la vez, a cuidar muchísimo de todas las personas. Hay gente muy sensible y también invisible. Por eso es importante observar: para evitar que haya personas en la invisibilidad y poder detectar lo antes posible cualquier cosa que pueda agravar su situación.
¿Y eso es trabajo de las profesionales del Área Social…?
Sí, y tanto, y también de todos los que conviven muchas horas con esa persona. Hay una compañera… Sólo mirándola sé si está bien o no. Esto lo hace el día a día.
¿Algún recuerdo especial de todos estos años?
Una de las cosas que recuerdo mucho es la red humana, el espectáculo que hicimos con la Fura dels Baus. Lo hicimos entre todos. Recuerdo los ensayos, compartir muchas cosas más allá del trabajo. Esto está muy bien. También recuerdo los viajes que hacíamos, una vez al año, todas las personas de La Fageda. Entonces éramos menos que ahora y era un día en el que La Fageda cerraba. Me gusta podernos mezclar todos. Porque es muy enriquecedor. Últimamente, también acompañé a las personas de Centro Especial de Empleo en las vacaciones de verano. A ver si puedo volver, ¡la Covid lo ha parado!
Ester, preparándose con otros compañeros para la red humana que La Fageda hizo en 2016 con La Fura dels Baus para el Festival Lluèrnia, en Olot.
Si tuvieras, pues, que definir La Fageda en pocas palabras…
Me gusta cómo nos enriquecemos unos a otros. Me podría enrollar muchísimo, pero es eso.
Hay muchos retos por delante, ¿verdad?
Nos abrimos y nos tenemos que abrir mucho. Y en este sentido debemos procurar no perder la esencia.
Muchos entrevistados decís lo mismo.
Debemos procurar seguir siendo una familia. Que podamos cruzarnos con personas y llamarnos por el nombre, y tener interés por conocer a nuestros compañeros.
Por cierto, formas parte del Comité de Empresa…
Es un trabajo difícil, es todo un reto y estoy aprendiendo muchísimo. Me gusta porque he coincidido con personas a las que normalmente no vería y, al ser gente de diferentes secciones, es muy enriquecedor.
¿Algún proyecto entre manos?
No lo puedo adelantar, pero estamos trabajando cositas.
Ester, en una de sus caminatas.
Vamos a las dos preguntas clásicas. Primera: ¿Hay alguna otra sección de La Fageda que te interese especialmente?
Soy muy curiosa y me gusta bastante todo. Creo que estaría bien en cualquier lugar.
¿Pero quizás tu vocación es más de acompañamiento?
Sí. Lo que no me gustaría es estar en un trabajo sola. Me gusta tener contacto con las personas.
¿Cómo te ves dentro de 5 o 10 años?
Sé que mi vida debe ir enfocada a las personas. Vivo para ello y me alimento de ello. Pero voy sobre la marcha, intentando aprender muchísimo y sin perder las ganas de adquirir conocimientos. Y he descubierto la felicidad: la clave es ver la parte buena, dar valor a las cosas pequeñas y no tan pequeñas. En la furgoneta de la mañana, cuando entramos en la Fageda, miro la luz que hay, o los árboles. Y lo comento con los compañeros. Un compañero el otro día me preguntó si también miraba la carretera [risas].
¡Ja ja ja! Y, por último, la segunda pregunta clásica. ¿Con qué producto de La Fageda te quedas?
Con la crema de chocolate. ¡Está buena tanto fría como caliente! En invierno, me gusta caliente con unos bizcochos [risas]. Y también me ha gustado mucho el nuevo cremoso desnatado.
Pues muchas gracias, Ester.
Roser Reyner, periodista y guía de La Fageda.