Hoy, 3 de diciembre, se celebra el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. La Fageda es un Centro Especial de Empleo donde más de la mitad de los trabajadores tienen un certificado de discapacidad intelectual o por un trastorno mental grave. Y también tienen muchas capacidades. Nuestro objetivo es que, ya sea en la fábrica de lácteos, en el obrador de mermeladas, en la brigada de jardinería o en cualquier otra sección, cada persona lleve a cabo un trabajo ajustado a sus capacidades. Aprovechando la efeméride, queremos aclarar conceptos y, para hacerlo, hablamos del trabajo en La Fageda con la directora técnica del Área Social, la psicóloga Maria Colón.
Maria, ¿qué significa tener un certificado discapacidad y qué implica?
Significa que un equipo de valoración de la administración te ha hecho un estudio y considera que tienes unas limitaciones, lo que implica que podrás recibir unas ayudas o acceder a unos servicios. El certificado puede ser por una discapacidad intelectual, física o por una enfermedad mental y, a veces, están mezclados. A la hora de dártelo, también se valoran los factores de riesgo social o de exclusión, como por ejemplo que no tengas familiares.
¿El riesgo de exclusión puede aumentar el porcentaje de discapacidad?
Sí. Por ejemplo, un 33% de discapacidad intelectual más un 5% de factores de riesgo social.
Muchos trabajadores de La Fageda tienen un certificado de más del 33% de discapacidad intelectual.
Está reconocido que, a partir de un 33% de discapacidad intelectual o por enfermedad mental, necesitas algún servicio especializado que te pueda acompañar para el desarrollo de tu vida. Y aquí es donde entramos nosotros como Centro Especial de Empleo.
Más allá del certificado, ¿qué significa tener una discapacidad intelectual?
La inteligencia no solo se mide en la escuela con los exámenes. Para funcionar en el mundo, necesitamos una inteligencia adaptativa que nos permite tomar decisiones, coger el transporte público, seguir unos horarios, cumplir unas tareas… Hay personas que tienen este grado de inteligencia reducido y puede ser por varios motivos. Por ejemplo, hay quien, por problemas en el momento del parto, tiene un deterioro de la red neuronal. Esto puede limitar la capacidad de memoria, de atención, de abstracción, de planificación o de organización. Pueden parecer palabras muy técnicas, pero son capacidades que usamos constantemente en el día a día. En el ámbito laboral, puede significar que a la persona le sea muy difícil aprender cómo funciona una máquina nueva de la fábrica. O que no integre una información a la primera o a la segunda.
Lo que te piden en muchos trabajos…
Una de las grandes dificultades que tienen estas personas es integrar los cambios. También puede ser difícil captar el significado figurado de una broma o de los dobles mensajes. O conocer las normas implícitas: desde hacer cola cuando vas a comprar, hasta mantener las distancias en una conversación interpersonal. Quienes no tenemos discapacidad intelectual lo hemos aprendido sin ser conscientes.
De todos modos, una discapacidad intelectual puede llegar en cualquier momento de la vida, por ejemplo, a causa de un accidente…
Puedes tener un accidente que te afecte a nivel cerebral. O también puede ser que, en el momento del desarrollo de los niños o adolescentes, se vean afectadas las capacidades cognitivas por falta de estímulos o por bloqueos emocionales. O, en el caso de las personas con enfermedad mental, estas capacidades se pueden deteriorar por la edad, la medicación o la falta de estimulación.
¿Cuál es la diferencia principal entre tener una discapacidad intelectual y tener una enfermedad mental?
Quienes se encuentran en estas situaciones forman parte de los dos colectivos a los que La Fageda ha querido ofrecer un trabajo con sentido desde que nació en 1982. Como comentábamos, lo primero que tienen afectado las personas con discapacidad intelectual es su capacidad para aprender a desarrollarse en el mundo. En cambio, las personas con enfermedad mental tienen inicialmente afectado el mundo emocional. Una persona con un trastorno mental como la esquizofrenia puede tener unas capacidades cognitivas muy altas.
¿Qué beneficios tiene el trabajo para estas personas?
Ayuda muchísimo a los dos colectivos: estimula constantemente el cerebro porque aprendes tareas o porque tienes que recordar lo que dijimos ayer. Es como la musculatura: si no la usas, queda blanda. Quizás tu capacidad te deja hacer una tarea muy sencilla, pero es importante que la hagas. Lo que queremos es que las personas lleguen al máximo de sus capacidades y que las mantengan durante el máximo tiempo posible, en un entorno que cuida las limitaciones, que no exige más de lo que puedes dar. Además, el hecho de relacionarte con los demás mantiene activas una serie de capacidades que no pondrías en práctica todo el día en casa mirando la tele.
¿Cómo se decide el trabajo más adecuado para cada persona?
Primero, hay un equipo de valoración. Cuando alguien llama a la puerta de La Fageda, ya sea porque lo han derivado los servicios sociales de la comarca o porque viene por voluntad propia, este equipo de valoración se dedica a ver cuán conservadas tiene las capacidades, cuánto acompañamiento puede necesitar… Es un proceso largo, de varias entrevistas, en las que nos coordinamos con los servicios que atienden a la persona fuera de La Fageda. Después, la persona hará una prueba en las diferentes secciones de nuestro proyecto que pueden serle interesantes para tener un conocimiento real del puesto de trabajo. Y luego se decidirá dónde y cómo trabaja. Más tarde, quizás al cabo de unos años, veremos si la persona puede hacer un salto a la empresa ordinaria o si sigue en La Fageda. En este caso, le acompañaremos en las diferentes etapas vitales, que suelen conllevar cambios en el lugar de trabajo o de sección.
¿Cómo se valora si el trabajo está siendo terapéutico para la persona?
Es tan fácil como saber si, trabajando, la persona se siente mejor consigo misma y en su vida.
Hace muchos años que tienes contacto con personas con discapacidad. ¿Qué es lo más complicado, a la hora de acompañarlas como psicóloga?
Una parte importante de nuestro trabajo es crear relaciones de confianza para ayudar a las personas a ser conscientes de lo que les pasa. Poner luz a los aspectos positivos, pero también a las limitaciones, los momentos de crisis, de descontrol emocional o de estrés. Por ejemplo: ‘Te das cuenta que quizás te has pasado, en esta situación?’. La persona solo lo aceptará si sabe que tiene tu respeto y confianza. Cuando nos cuesta poner conciencia, cuando esta luz no llega, son los momentos más difíciles.
En todos estos años, ¿qué es lo que más ha cambiado en la atención a la discapacidad? ¿Podemos ser optimistas?
Ha habido mejoras. Durante los 37 años de existencia de La Fageda, hemos visto mejorar muchos servicios, como los de vivienda, de atención diurna, de salud… Se está luchando contra el estigma, se promueve la inclusión en la empresa ordinaria… Pero necesitamos reflexionar. En el mundo de hoy, en el cual por internet hacemos movimientos bancarios, pedimos hora al médico, compramos, nos relacionamos y en el que los trabajos se robotizan, las personas debemos ser cada vez más capaces de detectar riesgos, ser polivalentes, adaptarnos a los cambios, gestionar el estrés…, que son algunas de las competencias transversales de las que más carecen quienes tienen una discapacidad intelectual o una enfermedad mental. En este contexto, me preocupa que no se están promoviendo políticas que fomenten los Centros Especiales de Empleo como una herramienta de la sociedad para dar respuesta a personas que no podrán trabajar en el mercado ordinario. Personas para las cuales son adecuados los trabajos sencillos, manuales, artesanales.
¿Qué te gustaría que pasara?
En el contexto que comentaba, me gustaría que La Fageda no pierda la esencia de continuar buscando puestos de trabajo adaptados para personas que no tendrán respuesta fuera de los Centros Especiales de Empleo.
Roser Reyner, periodista y guía de La Fageda