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11 abril 2018

‘La Fageda te atrapa, te engancha’ dice Roser Segura, coordinadora de logística

Nacida en Olot el 1964 y residente en Ca la Guapa, Santa Pau, donde vive con su marido Miquel y sus dos hijos, Pol i Lluc, nuestra protagonista de hoy lleva una larga trayectoria trabajando en La Fageda: 26 años. Cuando empezó, en 1992, todavía no se producían yogures porque el negocio del proyecto era el vivero. Y la misión de la Roser, llevar a cabo la labor comercial juntamente con todo el equipo. Su compromiso con el proyecto, la ilusión intacta que mantiene y que no se ha reducido con el paso de los años, su profesionalidad y la capacidad de adaptarse a los cambios, la ha convertido en la coordinadora del departamento de logística y Horeca.

 

Vive tan cerca d’Els Casals que normalmente llega al trabajo paseando desde su casa y aprovecha así para relajarse. A parte de caminar, entre sus aficiones destaca la lectura, estar con su familia, y el esquí en invierno que no falte. De pequeña le apasionaba el teatro y formó parte de un grupo que hacía representaciones para los vecinos del barrio de Sant Francesc de Olot, donde residía antes. Hoy hablamos con Roser Segura Serra y recordamos con ella sus primeros años en La Fageda, destacando por ejemplo aquella primera entrevista de trabajo que realizó con Cristóbal Colón y anécdotas de viajes que hacía con Enrique Núñez y Cristóbal para visitar ferias de viverismo, entre otras experiencias.

 

Roser Segura durante la entrevista en Can Serra, la entrada de la Fageda d’en Jordà

 

¿Nos podrías explicar tu llegada a La Fageda? ¿Cómo conociste el proyecto?
Lo conocí gracias a un ex-compañero de trabajo que me habló de él. Yo estuve unos siete u ocho años trabajando de comercial en una empresa textil de Olot. Empecé cuando tenía 21 años. En cerrar, me quedé en el paro y en seguida un compañero de trabajo que había tenido me dijo que ahora trabajaba en un lugar llamado La Fageda y que buscaban alguien para la labor comercial. Fui a hacer una entrevista.

 

¿Quién te recibió? ¿Con quién hiciste la entrevista?
Con Cristóbal.

 

¿Cómo recuerdas aquel primer contacto con él y con el vivero?
Me chocó muchísimo, estaba tan sorprendida… Fue cruzar el camino rural que pasa por el Hayedo d’en Jordà y aparecer de repente un vivero de plantas enorme. Era la primera vez que pasaba por aquel camino, ¡y eso que soy de Olot de toda la vida y mis padres viven muy cerca de aquí!

 

Tan cercana y tan desconocida a la vez entonces.
Exacto. Esto es lo que más me chocó. Tenerlo tan cerca, a diez minutos de casa, y no saber que existía. Quedé impresionada. De la entrevista recuerdo que me llamó la atención el interés de Cristóbal en preocuparse por mi situación personal, por asegurarse que yo estaría cómoda con el trabajo. Si esto es poco habitual hoy en día, en aquellos años todavía menos. Así empecé a notar que aquella era una empresa diferente.

 

Nuestra protagonista, de pequeña

 

Y no dejaste escapar la oportunidad.
No. Al quedarme en el paro al principio pensé que podría dedicarme por completo a cuidar de mi hijo. Pero después de esta entrevista no lo dudé ni un momento, no quise dejar escapar ese tren. Noté que aquella sería una experiencia totalmente diferente de la que había tenido en la empresa anterior. Cuando llegué a casa recuerdo que les dije ‘no sé exactamente qué lugar es pero es una empresa que no tiene nada que ver con la última en la que he estado’.

 

¿Cómo fueron aquellos primeros años?
Eran unos años de mucho trabajo y además todos teníamos una relación muy estrecha. Yo hacía de comercial, desde el despacho, pero también recuerdo que a veces iba con Cristóbal y Enrique a ferias del sector en Barcelona, Valencia, Portugal… Terminábamos la jornada bien cansados y luego aún algunos clientes querían ir a cenar con nosotros. Esta primera etapa me sirvió para conocer a fondo la figura de Cristóbal y desde entonces le admiro. Es una persona extremadamente justa y muy objetiva y confío muchísimo en él.

 

Era la época dorada del vivero.
Sí, en aquellos tiempos el vivero aguantaba el peso del proyecto. Y también fue muy importante el forest-pot. Era un bote forestal, un espacio para sembrar plantas que utilizábamos para nuestro vivero pero que después patentamos y vendimos por diferentes países, se exportaba. Fue una época muy buena para el proyecto y nos convertimos en el vivero más importante de Catalunya y uno de los más grandes de España. Y también propició que la aventura de los primeros yogures saliera adelante.

 

¿Y la parte social cómo la viviste? Porque tampoco tenía nada que ver con tu etapa laboral anterior.
Antes era diferente. La relación que teníamos con los usuarios era mucho más directa. No había día en que alguno de ellos no entrara al despacho, a cualquier hora del día, y empezáramos a hablar sobre algún tema. Recuerdo que venía la Rosario, y también Rojo, que nos hablaba de fútbol y de cómo le iba la liga al Olot. Me adapté muy rápidamente y lo viví con total normalidad. Sí que puedo decir que entrar en La Fageda me sirvió para ver desde otra óptica el mundo de las enfermedades mentales y la diversidad funcional. En seguida que entras en nuestra finca los valores afloran y yo los comparto mucho. Ahora con las nuevas oficinas estamos un poco más aislados… Pero mira, quizás también más concentrados.

 

¿Es un sentimiento de nostalgia?
Sí que hecho un poco de menos aquella época a veces. Estábamos todos mucho más conectados entre nosotros. Por carnaval todos nos disfrazábamos y salíamos de rúa por la finca. Y en las asambleas hacíamos una barbacoa y venían también nuestros familiares y existía una relación muy cercana. Pero no quiero que parezca que estoy viviendo del pasado, soy muy pragmática. El pasado fue el que fue y además muy bonito pero ahora no podríamos funcionar como lo hacíamos antes. Ahora tenemos otras necesidades, vendemos millones de yogures y sin la evolución que hemos tenido no se hubiera podido sostener el proyecto. Soy muy consciente que todo se ha de profesionalizar y me parece bien. Tenemos un equipo muy potente para encarar el futuro.

 

Muchas anécdotas vividas en estos años. ¿Podrías compartir alguna? La primera que te venga a la mente.
Te explicaré un momento que vivíamos con especial intensidad. Era cuando venía el camión a buscar las plantas del vivero para llevarlas a vender. Puede parecer que era una acción rutinaria pero realmente era una fiesta. Aquello que habíamos cultivado durante tanto tiempo se iba para el camión. Recuerdo que hacíamos una fila entre todos, una cadena humana, y nos íbamos pasando las plantas hasta que se las dábamos a Enrique que estaba dentro del camión colocándolo todo. Era una fiesta cuando despedíamos al camión porque todos habíamos participado en la tarea.

 

Cargando un camión con las encinas del vivero

 

Emocionante. ¿Y alguna que nos haga reír?
Espero que se pueda explicar (ríe). Un día, hace ya muchos años, vino un inspector de sanidad. Lo atendimos en las oficinas y le invitamos a café. Pues cuando le servimos resulta que cayó una mosca muerta en su vaso que seguramente estaba en la cafetera… ¡Reímos tanto!

 

Esta evolución también la has vivido en primera persona, ya que te has tenido que adaptar a vender el producto, fuera el forest-pot, plantas del vivero, yogures, helados, mermeladas…
Sí, mi labor ha sido siempre hacer de comercial de lo que La Fageda ha vendido. Nos hemos ido adaptando a los cambios, el resto del equipo y yo. La formación, en este sentido, es básica. Cuando empecé no tenía ni idea de plantas. Y en lanzar los primeros yogures, lo mismo. Lo hemos ido aprendiendo.

 

Y habéis conseguido que nuestros productos lleguen a cualquier punto de Catalunya.
Sí, no ha sido fácil pero lo hemos conseguido. Yo pienso que ha sido uno de los grandes éxitos del equipo, vender por toda Catalunya. Al principio, nuestro primer cliente fue el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y venía un camión que se llevaba los yogures directamente hacia allí. Pero en empezar a vender a las grandes superficies comerciales las cadenas de distribución nos decían que venderían nuestro yogur pero a cambio que nosotros lo hiciéramos llegar a todos sus puntos de venta. Entonces aquí empezamos a trabajar para tejer una gran red de pequeños distribuidores que pudieran alcanzar todo el territorio. Han sido 20 años de trabajo intenso en ese sentido.

 

Porque los productos tienen que llegar a puntos de venta muy diferentes. Supermercados pero también escuelas, hospitales, residencias…
Exacto. Nosotros en mi departamento gestionamos lo que se conoce como Horeco, que significa hostelería, restauración y colectividades. Dentro de colectividades entran los hospitales, las residencias, los centros ocupacionales, centros educativos… Solo para poner algunos ejemplos, actualmente vendemos a unas 500 escuelas y a unos 50 hospitales entre ellos el Vall d’Hebron, el Hospital Sant Pau, el Clínic, Sant Joan de Déu, Can Ruti, el Comarcal de la Garrotxa, el de Figueres, de Palamós, la Quirón…

 

La Roser con sus compañeros de trabajo el día de su cumpleaños

 

 

¿Cómo definirías La Fageda?
Es una empresa diferente a cualquier otra. Sobre todo porque no hay ánimo de lucro. También porque conviven dos realidades bien diferentes: la empresarial y la social. Y el éxito de todo es el equilibrio entre estos dos mundos. Cristóbal ha sabido mantenerlo muy bien porque si pesa un lado más que el otro no iremos bien. El equilibrio es básico para todo, en mi vida personal, por ejemplo, también es básico.

 

Si no trabajaras en tu departamento, ¿te ves formando parte de algún otro?
No me lo había planteado nunca. En la granja seguro que no porque los animales me dan miedo (ríe). Quizás en el Servicio de Atención al Visitante o en el área asistencial.

 

Durante la última asamblea recibiste un reconocimiento a tu trayectoria dentro del proyecto. Supongo que esto da mucha energía y ganas de seguir. ¿Visualizas tu futuro aquí?
Sí, claramente. No me he planteado nunca un cambio. Después de 26 años sigo viniendo a trabajar contenta y eso para mí es lo más importante. Lo valoro mucho porque no es nada fácil de conseguir o de encontrar. Soy una persona que necesito estar tranquila conmigo misma y estando aquí lo consigo. Además tenemos un equipo de gente muy válida y estoy muy a gusto. La Fageda te atrapa, te engancha.

 

La Roser en la asamblea de 2017 con Enrique y Cristóbal

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