Ester, esta setmana en la finca de La Fageda.
La protagonista de esta entrevista hace más de una década que forma parte de La Fageda y es trabajadora social. Apasionada de su profesión, y también de la gastronomía multicultural y los viajes, Ester Campdelacreu llegó a nuestro proyecto socioempresarial después de hacer un cambio de vida: dejar una relación y un trabajo en tierras barcelonesas para buscar un nuevo lugar en las comarcas de Girona.
Hoy tiene una hija garrotxina que ocupa buena parte de su tiempo. Colabora con el Club Atletismo Garrotxa y, ahora mismo, su principal afición es «vivir tranquila y disfrutar de los pequeños placeres de la vida lenta» que nos ha traído la pandemia.
Nacida en Sant Hipòlit de Voltregà (Barcelona), de pequeña Ester practicaba patinaje artístico y pensaba dedicarse a ello, aunque también es consciente de que, desde siempre, ha tenido «espíritu de cuidado» hacia los demás.
En la adolescencia se trasladó al Pirineo barcelonés por un cambio de trabajo de su padre y, más tarde, se marchó a Barcelona para cursar la licenciatura de Trabajo Social. Al terminar la carrera, y siempre en la provincia de Barcelona, trabajó en un hospital y luego en el ámbito de la geriatría. Dirigió dos residencias y, después de eso… llegó el cambio de vida que la llevó a nuestro proyecto socioempresarial.
Con ella hablamos de la profesión de trabajadora social, de las peculiaridades de ejercerla en La Fageda, de muchas experiencias, incluidos estos meses de pandemia, y del crecimiento que supone dedicarse a establecer relaciones auténticas con otras personas. En esto consiste gran parte de su trabajo.
La protagonista de la entrevista, cuando era muy pequeña.
Más de una década en La Fageda seguro que son un montón de experiencias intensas.
Sí, este verano hará 11 años… y daría para una serie de entrevistas [se ríe].
Yendo un poco más atrás… ¿Qué te hizo decidirte a estudiar Trabajo Social?
Recuerdo que, en el instituto, nos hacían unos test para conocer nuestros perfiles, y a mí me salía que tenía tendencia a las áreas de tipo más social. Estudiaba COU [el actual 2º de Bachillerato] y, de todas las carreras sociales, la temática de Trabajo Social fue la que más me llamó la atención.
¿Cómo definirías el Trabajo Social?
¡Ostras…!
Supongo que depende mucho del lugar donde ejerzas la profesión.
Sí. Es muy diferente una trabajadora social de atención primaria, de La Fageda o de un servicio especializado. La misión principal es la atención a las personas y ayudarlas en su crecimiento. Pero en cada lugar es diferente y, lo que hace una trabajadora social de La Fageda, no tiene nada que ver con ningún otro lugar. ¡Hacemos de todo!
En el centro de la imagen, Ester, en una actuación de patinaje artístico.
¿Nos lo puedes contar un poco?
Están las tareas básicas, que suponen mucho trabajo burocrático, como por ejemplo el papeleo de las pensiones o los trámites con el Centro de Atención para Personas con Discapacidad. También hacemos muchas tareas de acompañamiento a las personas en aspectos de la vida diaria porque, en La Fageda, el trabajo es el puntal desde donde empezamos a trabajar todos los demás aspectos de la persona, a la cual vemos como una globalidad. Y, si una persona no tiene buena salud, o unas condiciones mínimas para vivir, o un buen apoyo familiar… esto influirá en su trabajo, al igual que el trabajo influye en muchos otros aspectos. Entonces, puedo hacer una visita a domicilio a una persona, acompañarla al médico, a hacerse el DNI, o incluso a un juicio o a prisión. Lo que sea necesario. Acompañar y hacer vínculo son nuestras principales funciones…
Tu día a día, pues, no debe de ser nada rutinario…
Sí que tenemos reuniones y aspectos muy fijos en la agenda, pero todo lo demás requiere una capacidad de improvisación brutal. Y, también, trabajar bajo presión. Porque hay momentos de mucha intensidad.
Imagen de archivo de Ester, en las oficinas, con Coral Torrentó, psicóloga.
¿Algún ejemplo?
Muchas personas de La Fageda pasan toda la vida formando parte del proyecto. Y la vida nos trae momentos de todo tipo. A veces, las personas tienen crisis que requieren mucha intervención por nuestra parte. Por ejemplo, alguien que tiene un problema médico muy grave. O personas jóvenes con aspectos de conducta muy intensos, que requieren poner mucho de nuestra parte para hacer vínculo. O cuestiones más transversales, como cuando llega la asamblea de La Fageda: para organizarla pasamos tres semanas de locura, y tienes que cambiarte el sombrero de la atención a las personas para organizar una cena para 600 comensales.
Cierto que las trabajadoras sociales de La Fageda estáis en la organización de todos los saraos. En tu caso, te hemos visto de animadora de la quina de Navidad.
Exacto. Me hago cruces de la cantidad de cosas, y tan diferentes, que he llegado a hacer en estos años.
Imagen de archivo de unas Navidades en que Ester hizo de ángel.
En La Fageda las trabajadoras sociales estáis muy en contacto con las psicólogas.
Trabajamos en equipo y nos complementamos.
Desde el primer contacto con las personas en situación de vulnerabilidad, ¿verdad?
Sí, desde que alguien llega a La Fageda y solicita trabajar aquí. Hacemos el primer contacto, la entrevista, conocemos a la persona. Este es un punto muy importante, porque la persona viene con preocupaciones, con expectativas que no sabe si son reales o no… Y, además, tendrá que abrirse a contar su historia. Esto, a veces, no es fácil. Así que es un primer contacto importante, porque empiezas a tejer un vínculo.
Este concepto, el vínculo, que has mencionado varias veces, parece que es básico para acompañar bien a la persona.
El acompañamiento y el vínculo son el pilar del trabajo que hacemos. La capacidad de escucha real, de construir una relación auténtica. Cuando pasa es cuando compruebas que se mueven las vidas de las personas. Nosotros no hacemos terapia, pero sí hacemos intervenciones terapéuticas. Cuando viene alguien con un problema, no decimos ‘No pasa nada’, no damos respuestas vacías. Y cuando la persona se da cuenta de que, realmente, quieres ayudarla, de que estarás ahí incondicionalmente, es cuando puede hacer un cambio. Te daría mil ejemplos, como jóvenes que han venido a La Fageda y escondían que tenían antecedentes penales, o juicios pendientes. Tú le dices que hablemos. Y él te dice que tendrá un juicio. Y le dices: ‘Yo vengo’. Y te dice: ‘Esto es un trabajo, ¿por qué me tienes que acompañar a un juicio?’
‘A ver si me echan…’.
Exacto. Pero en el momento en que la persona ve que la escuchas, la ayudas y estás para acompañarla… hace un clic, un clic que ves. Y se da cuenta de que esto no es solo un trabajo.
Hablabas de jóvenes en riesgo de exclusión social, un perfil que, cuando empezaste, no formaba parte de La Fageda. ¿Cómo ha cambiado el perfil de las personas a quienes atendéis?
El perfil que teníamos cuando llegué eran personas con discapacidad intelectual y personas con trastorno mental. Si bien juntar estos dos colectivos es complejo, el trabajo estaba ya muy consolidado. Con los años, en la comarca han surgido otras necesidades, y como La Fageda es un recurso para las personas de la comarca, nos hemos tenido que ir reinventando. Hace unos años, comenzamos a atender a jóvenes en riesgo de exclusión social, sin trabajo y que han abandonado los estudios. Con los jóvenes ves un tipo de crecimiento diferente, y nos enriquece, tanto a nosotras, como a las secciones donde trabajan. Y, en primavera de 2019, pusimos en marcha El Faig de La Fageda, para personas adultas en situaciones vulnerables. Entonces, las trabajadoras sociales, cuando acompañamos a todas estas personas, tenemos que ir cambiando de sombrero: no es lo mismo tener una conversación con alguien con discapacidad intelectual, que con alguien con un trastorno mental, que con un joven, donde puede haber dinámicas diferentes, como el consumo de sustancias. Y ahora, con las personas del Faig, tenemos otras situaciones. Así que las trabajadoras sociales tenemos como una multipersonalidad. Y esto es muy complejo, pero es muy, muy, rico.
Imagen de archivo. Ester, en el centro de la imagen, rodeada de varios compañeros y compañeras.
¿Y la Covid?
La Covid nos ha cambiado. Nos ha removido mucho.
¿Cómo lo habéis vivido?
Ha sido complicado. Recuerdo el primer fin de semana en que se declaró el estado de alarma. Todo el equipo social, cada uno desde su casa, pensando qué haríamos con nuestra gente. Hay personas de riesgo, tanto en cuanto a su salud física como mental. Suponía una situación que no habíamos vivido. Desde casa, todas por teléfono, con los ordenadores… pensamos como lo íbamos a afrontar. Y fue bien. Pudimos proteger a mucha gente, que se quedó en casa para no estar en riesgo. También nos preguntábamos cómo mentalizar a las personas que venían a trabajar, o que han ido volviendo al trabajo, sobre la importancia de llevar la mascarilla. ¿Cómo lo soportarían? Y pienso que lo han hecho de 10. Llevan la mascarilla continuamente. Hemos quedado sorprendidos de la capacidad de resiliencia de la gente. Sí es verdad que no pensábamos que se alargara tanto…
¿En qué punto estamos ahora?
Estamos bastante bien. Volviendo del verano, hubo un momento en el que vimos que la gente empezaba a estar cansada. Que la situación pesaba. Y vimos más inestabilidad emocional y psiquiátrica. Esto nos pesa a todos, y más a quien tiene más sensibilidad. De hecho, te puedo decir que, en dos meses, hicimos más guardias que en los últimos tres años. Y ahora pienso que estamos en un momento bastante tranquilo. Tendremos que aguantarlo, aún más.
Sí, parece que nos queda tiempo… Hablando de tiempo, no sé si podrías resumir qué has aprendido, todos estos años en La Fageda.
He aprendido a hacer muchísimas cosas, como lo que comentaba antes, organizar eventos, que no tiene nada que ver con lo que estudié en la carrera. Hemos hecho cosas muy bonitas. El espectáculo de la Fura dels Baus, exposiciones de arte, o los viajes del Centro Especial de Empleo: organizas un viaje turístico con decenas de personas, y sufres, pero a su vez conoces otra faceta de los compañeros más allá del trabajo, y lo disfrutas muchísimo. Imagina a alguien que nunca sale de casa, y vas de viaje y lo ves bailando en una discoteca. Es muy gratificante. Y pienso que lo que más he aprendido es el vínculo y las relaciones auténticas. Cuando estudias la carrera te enseñan las técnicas de la entrevista; hay una metodología teórica, que está muy bien… pero cuando estás en las trincheras, vas aprendiendo muchísimo. Yo he hecho entrevistas dentro del coche, conduciendo, en una sala de espera de una consulta médica, en un banco de la finca o paseando por bosque… He explotado toda mi creatividad. Porque, a veces, un despacho no es el mejor entorno para trabajar el vínculo y la confianza. He aprendido mil maneras de establecer una relación auténtica y terapéutica. Y, sobre todo, esto me ha aportado mucho crecimiento personal.
Conocerte más…
Sí. Conocer qué te mueve. He aprendido mucho de Carme Jordà [cofundadora de La Fageda], de su capacidad para llegar a las personas. Tiene una gran sensibilidad, intuición y capacidad de hilar muy fino. También he aprendido mucho de mis compañeras. Una de las cosas que más me han gustado de La Fageda es el trabajo en equipo… Nosotras manejamos mucha intensidad emocional, y tenemos momentos de todo. Las reuniones que no han sido de carácter formal, que nos han servido para vaciar, explicar qué nos pasaba, reír, llorar… Con Carme Jordà me he reído hasta llorar y he llorado hasta la risa. Estas relaciones humanas, que te permiten ir más allá, que hacen que crezcas a nivel personal, son de las cosas más bonitas que me ha aportado La Fageda.
Imagen de archivo. De izquierda a derecha: Ester, Tere Carrillo, Lídia Pous y Carme Jordà.
A veces, los demás son un espejo de las cosas propias…
Y estamos tratando con personas muy sensibles, con historias de vida muy delicadas, que te mueven cosas por dentro. Yo soy muy empática, y pienso que mi trabajo lo requiere, pero a la vez también me hace sufrir. No es tan fácil salir de trabajar y olvidarte de la persona.
¿Quizás sea esto lo más difícil del trabajo?
Sí, desconectar, tener capacidad de cortar, de tener tu vida cuando sales de aquí.
Tendrás millones de anécdotas.
Muchísimas. Pero, claro, la mayoría son de temas confidenciales. Desde cosas tristes, que se te quedan clavadas, a cosas muy divertidas. Recuerdo el primer viaje que hice con personas de La Fageda, que era un crucero por el Mediterráneo. Sufríamos por el miedo a que alguien se perdiera y se quedara en el puerto. Y recuerdo que, una de las últimas noches, teníamos una cena de gala con el capitán del barco. Recuerdo personas que se compraron vestidos como si fueran de boda. Y, cuando salimos todos de las habitaciones, e íbamos todos tan arreglados… fue fantástico. Ver como las personas disfrutan y se emocionan… vale la pena.
También, formas parte del comité de empresa.
Hace un año que se instauró. En él participan personas del Centro Especial de Empleo y personas de muchas secciones diferentes. Promovimos una lista con la intención de formar un comité con todos los requisitos legales y de ir mucho más allá: poder participar desde la implicación, que fuera enriquecedor. En un año muy complicado, hemos ido construyendo qué queremos ser como comité de empresa. Lo mejor de este primer año ha sido encontrarnos, compartir tiempo, construir relaciones con personas de otras áreas con quien tenemos muy poco contacto… Así ves la globalidad del proyecto y vas tejiendo relaciones que, en el día a día, suponen más colaboración y un trabajo más en la misma dirección.
¿Cómo te gustaría que sea el futuro de La Fageda?
Lo veo como me gustaría verlo. Me gustaría que el proyecto siga creciendo con moderación. Un crecimiento rico, que mejore la calidad de vida de todos los que estamos. Y que no se pierda la esencia del proyecto. Pienso que la capacidad de hacer piña es una de las principales cosas que han hecho crecer al proyecto: la gente que, en el día a día, ha puesto todo el empeño y las ganas. Pienso que esto no se debe perder. Es lo que hace que te enganches al proyecto.
Parece claro que el trabajo te apasiona. A menudo en las entrevistas os preguntamos qué otro trabajo de La Fageda os gustaría hacer.
Es que yo disfruto mucho con lo que hago. Y no sé si me vería en otro lugar. En todo caso, montaría un departamento nuevo.
Uau. ¿De ámbito social?
Un departamento de comunicación interna especial, con espacios donde la gente se pudiera encontrar y compartir cosas de su trabajo. Me gustaría poder trasladar la pasión por mi trabajo a muchas otras personas del proyecto, y conocer más a las otras personas. Ya se han hecho cosas en esta línea. Y pienso que es la base para superar cualquier crisis que pueda venir.
Roser Reyner
Periodista y guía de La Fageda