David, en los jardines de La Fageda.
David Soler es el responsable de la sección de Jardinería de La Fageda. Hace más de un cuarto de siglo que forma parte de nuestro proyecto socioempresarial. De pequeño tenía una afición increíble por los trenes, que más adelante dejó paso al deporte, y el deporte fue lo que lo llevó a amar la naturaleza. Igualmente, un cometa lo llevó a apasionarse por el universo. Tiene tantas aficiones que no conoce el aburrimiento. Hemos hablado con él sobre su trayectoria y sobre nuestra sección de Jardinería, la más antigua de las que actualmente tenemos en marcha en La Fageda.
David, ¿cómo llegas a La Fageda?
Este 2021 hará 27 años que trabajo aquí. Llegué a La Fageda porque decidí estudiar jardinería.
Esto no era muy habitual en la época, ¿verdad?
No era nada habitual que una persona de La Garrotxa fuera a Barcelona a estudiar jardinería.
¿No se podía estudiar aquí en la comarca?
Ahora hay muchas opciones pero en 1991, hace 30 años, no era así. La Escuela Rubió i Tudurí, donde fui a estudiar, era la única de toda España homologada para el grado superior de jardinería.
Ostras.
Entonces, tenías dos opciones. O estudiar Ingeniería Agrónoma en la universidad y especializarte como paisajista o, más práctico, hacer los estudios de grado superior.
De pequeño, rodeado de verde.
¿Y cómo llegó tu interés por la jardinería?
De pequeño me gustaba mucho practicar deportes. Primero el ciclismo, en el que competí unos años, y luego la montaña. Ah, ¡y también fui muy aficionado al parapente! Gracias a la montaña estuve muy en contacto con la naturaleza y me interesó el ámbito de la vegetación, la geografía… y la naturaleza en general. Me sentí muy conectado con ella. Primero estudié FP de Agropecuaria en Olot y en Girona. Me gustó y trabajé en una granja. Pero vi que tampoco era como para dedicarme a ello.
¿A la ganadería?
Sí. Y entonces fue cuando empecé a mover todo el tema de jardinería. Busqué información y dije a mis padres que quería hacer jardinería en Barcelona. Y tuve mucha suerte, porque entré en la Escuela Rubió en los años de los Juegos Olímpicos. Hicimos muchos jardines.
¿Como práctica? ¿Relacionado con los Juegos Olímpicos?
Sí, era la parte de ejecución de viverismo y de jardinería. De la mano de las brigadas de parques y jardines, arreglamos jardines de Montjuïc y de la Meridiana. Y, como la escuela era la única de España, había gente de todas partes. Perfiles muy diferentes. Me abrió mucho la mente.
¿Y al acabar los estudios?
Otro compañero y yo solicitamos una beca de trabajo, que se llamaba Eurodissea. Nos la concedieron y nos tocó Suiza. ¡Fuimos sin saber muy bien qué íbamos a hacer! Teníamos tres meses y medio de contrato y estuvimos en una zona de la Suiza italiana, donde llevábamos un parque botánico. Suiza y jardinería: fue como avanzar 20 años de golpe. ¡También pude volar en parapente!
Practicando parapente.
¿Y de Suiza, a La Fageda?
Cuando regresé, vi un anuncio en el periódico que decía que la Cooperativa La Fageda buscaba un monitor de jardinería.
Lugar adecuado, momento adecuado …
Para mí, ha sido como un círculo. De pequeño, conocía los jardineros de La Fageda al verlos en el Parc Nou de Olot y había coincidido con ellos en el convento del Carme donde, en los inicios del proyecto, la gente de La Fageda elaboraba imaginería religiosa y cuando salíamos al patio de la escuela los veíamos. ¡Incluso había algún trabajador que después tuve en mi brigada de jardinería! Y bueno, contacté con La Fageda, me dijeron que preguntara por Enrique, y él y Carme Jordà [cofundadora del proyecto] me hicieron la entrevista.
¿Y qué tal, las primeras sensaciones?
Pues muy familiares. Buenas. Al cabo de quince días trabajaba en una brigada de Jardinería.
Y al cabo de un tiempo, terminaste siendo responsable de esta sección.
Cuando llegué, era el año 1994 y La Fageda había recibido el encargo de hacer unos ajardinamientos nuevos en el paseo que está enfrente del Ayuntamiento de Olot. En ese momento, fue bien que entrara alguien que estuviera formado para afrontar ese reto. Poco a poco, también empecé con las tareas de gestión, como el contacto con los pocos clientes que teníamos entonces. Tareas de gestión, de comercial, de apuntar las horas, hacer las facturas, etc. Enrique era mi responsable y me fue guiando. Pasaron varios años, vinieron épocas económicamente buenas, tuvimos más encargos, fuimos incorporando a la brigada más personas con trastorno mental, además de las personas con discapacidad intelectual… Hicimos un salto, necesitamos nuevos monitores… Y un día, Enrique me dijo: ‘Tú tienes que trabajar menos’.
¿’Y pensar más’?
Quería decir que fuera dejando más de lado el trabajo físico de jardinero para concentrarme en coordinar.
David, conversando con algunos compañeros de Jardinería.
¿Cómo es, ahora, tu día a día?
No es nada rutinario. De hecho, no lo es para ninguno de nosotros. Pero, como responsable, tengo un trabajo muy importante, que es la parte comercial: mi reto es conseguir nuevos encargos para que nuestra gente trabaje. Necesito estar al tanto de los concursos públicos de jardinería y presentar nuestra candidatura, algo que trabajamos conjuntamente con otras personas de La Fageda. Y otra parte es de organización más interna: inversiones, dotar de personal las brigadas, traspasar información de los clientes a los trabajadores, etc.
¿Cómo lo hacéis para favorecer que las personas en situación de vulnerabilidad se sientan bien en el trabajo?
Pues mira, llegó un punto en el que ya éramos muchos y no es bueno que todo pase por una persona. Hicimos un cambio organizativo y ahora hay dos coordinadores, Enric y Albert, que se ocupan del contacto diario con estas personas, aunque, evidentemente, es un trabajo de equipo. Los coordinadores pasan la información a los monitores de jardinería. Y desde el ámbito sociolaboral nos ayudan mucho. Me gusta decir que, con la nueva organización, tenemos un muy buen ambiente.
Actualmente, además de personas con discapacidad intelectual o trastorno mental, en Jardinería hay otros perfiles, ¿verdad?
Son personas que están en riesgo de exclusión social por otras causas, como por ejemplo personas migradas o que hace tiempo que están en el paro. Actualmente somos 41 personas, de las cuales 10 no estamos en situación de vulnerabilidad. Terapéuticamente, Jardinería es muy relevante.
¿Qué aporta este tipo de trabajo a las personas?
Está demostrado que el contacto con la naturaleza favorece la salud de las personas. Cuando las compañeras del Área Social hacen las primeras entrevistas, ya suelen ver claro qué personas necesitan más un trabajo al aire libre, en contacto con la naturaleza. Si no, quizás no podrían seguir el ritmo de un espacio cerrado, de una fábrica, etc. En Jardinería los ves contentos, llueva o haga frío.
El equipo de Jardinería, en una imagen de enero de 2020.
De hecho, hay mucha gente que no está en situación de vulnerabilidad a la que también le resulta más agradable trabajar en contacto con la naturaleza … ¿Qué encargos tenéis, a día de hoy?
Estamos en prácticamente toda La Garrotxa. Tenemos una brigada que trabaja en el mantenimiento del parque natural, limpiando itinerarios, conservando aparcamientos y desbrozando o haciendo talas selectivas en reservas naturales. Después, nuestro cliente más importante es el Ayuntamiento de Olot: tenemos entre cuatro y cinco brigadas fijas y llevamos el 80% de las zonas verdes de la ciudad. Muchos barrios, rotondas, la plaza Clarà, el Parc Nou, todo el centro, espacios de piscinas, el estadio de atletismo… una extensión brutal. Y la otra rama son las empresas y los demás ayuntamientos. En cuanto a empresas, en la comarca trabajamos con varias que son importantes. En cuanto a ayuntamientos, estamos en la Vall d’en Bas, Argelaguer, Castellfollit… Personalmente, me gustaría llegar a la mayoría de ayuntamientos de la comarca.
Estáis, pues, abiertos a ampliar el servicio.
Sí. La Garrotxa tiene un límite en este sentido y, en el ámbito de Jardinería, la parte económica pondera mucho. Es un mercado muy competitivo. Si es sólo por precio, lo tenemos más difícil. Ofrecemos un buen servicio… el proyecto social… y también un precio competitivo.
Si tuvieras que definir La Fageda -donde, además, encontraste a tu compañera de vida y madre de tus hijos- ¿cómo la definirías?
Es como el universo. Todo está conectado. Lo que hace cada uno de nosotros influye sobre los demás. La veo un lugar con mucho valor y lleno de valores. De una manera u otra, todos la llevamos dentro. Todo el mundo se la hace suya. Esto no es casualidad, sino que la huella del fundador, Cristóbal Colón, nos ha marcado mucho a todos.
Hablabas del universo… es una de tus pasiones, ¿verdad? De dónde viene?
Pues viene de cuando, con 11 años, vi el cometa Halley. Aquella imagen me intrigó y me abrió la mente para informarme y leer sobre temas científicos. Mi familia se sorprendía. Y venga libros, y venga noches observando el cielo. La astronomía forma parte de mi vida.
David compartió su afición por la astronomía con compañeros y compañeras de La Fageda.
Y quizás de tu manera de verla…
Te hace valorar mucho la vida. De hecho, la existencia de vida la podríamos considerar un milagro. Ya que encontrar las condiciones ideales para que se desarrolle la vida son muchas casualidades juntas que se han de cumplir. Estamos formados por los mismos átomos que las estrellas. Podríamos decir que somos polvo de estrellas. ¡Y nosotros como grandes privilegiados estamos viviendo este momento! Podemos dar gracias. En el día a día, a veces nos olvidamos. Pero a mí me ayuda, conectar con ello.
Habrás estado atento a la llegada a Marte de…
Sí. ¡Del Perseverance! Es una pasada. A veces, no nos ponemos de acuerdo en cosas pequeñas. Y si queremos, somos capaces de viajar a un planeta a millones de kilómetros de distancia. La Humanidad es bestial.
¿Piensas que estamos solos, en el universo?
Solos seguro que no… Cada vez se descubren más exoplanetas y se estudian sistemas planetarios alrededor de otras estrellas. Podemos decir que estamos seguros de que existe vida en algunos otros puntos. Lo que no sabemos es qué tipo de vida, y si ha desarrollado vida inteligente.
La pasión por la astronomía la has podido compartir con compañeros de La Fageda, ¿verdad?
Una de las cosas que más me satisface es ir al Observatorio de Batet, donde suben las escuelas y les contamos cosas sobre el universo. Y, en alguna ocasión, abrimos las puertas a personas de La Fageda.
Otra pasión es la música…
Con el confinamiento, me han aparecido inquietudes a nivel artístico. La música ya es de hace tiempo; mi abuelo era músico y me gusta mucho. Y también últimamente me he aficionado al dibujo y a escribir.
David, a la derecha, tocando el acordeón.
No te aburrirás, el día que te jubiles… ¿en La Fageda?
¡No me aburriré para nada! Incluso en el confinamiento me faltaba tiempo. Me considero muy joven y estoy muy contento y satisfecho de participar en hacer grande a La Fageda. Eso sí, la vida es tan bestia, que no sé si un día decidiré probar otras experiencias. Ahora me dedico a La Fageda y estoy muy alineado con ella. Lo que pienso, hago y siento, concuerdan.
En cualquier caso, ¿como te gustaría que sea el futuro de La Fageda?
Para mí, es un oasis en medio del desierto. Pienso que no debería perder esta esencia, eso que hace que seamos especiales. Y, al mismo tiempo, nos tenemos que ir adaptando a los retos y cambios que la vida nos trae. ¡Mira la pandemia! Pienso que ya se está haciendo. Se está pensando mucho.
¿Qué retos crees que tiene La Fageda por delante, entonces?
Retos económicos. A raíz de la pandemia, los que trabajamos como comerciales ya vemos que las empresas recortan o vigilan. Y pienso en toda la gente que se queda fuera. Comercios cerrados, turismo, restauración… Habrá una crisis inmediata. Y, más adelante, pienso que a nivel social estaremos años arrastrándolo. La Fageda, como proyecto social, está justo en medio de esto, y seremos claves.
De todos estos años debes tener muchos recuerdos. ¿Es sencillo explicar el más difícil y el más fantástico?
Uno de los que más me satisface es el recuerdo de cuando éramos un grupo muy pequeño en Jardinería y, una vez al año, dedicábamos un día a hacer una excursión. Era muy libre. Y, como yo de joven me había movido bastante, pues llevaba a los compañeros a lugares donde había estado. Los castillos cátaros, el palacio de hielo de Puigcerdá… Íbamos con una furgo, medio destartalada, yo con ocho trabajadores, muchos de los cuales no habían salido ni de Olot. Y me hacía pensar en la película Alguien voló sobre el nido del cuco. Que auténtico. Habíamos pasado momentos muy bonitos. Y lo más difícil… Estar meses alejado debido a la enfermedad de mi hija. Recibimos el apoyo de mucha gente de La Fageda y nos ayudó mucho en aquellos momentos. También recuerdo momentos difíciles de equipo en los que he tenido que tomar determinadas decisiones. Pero bueno, todo son experiencias.
¿Y los aprendizajes?
En La Fageda me he formado profesionalmente, a pesar de los estudios. A nivel personal, llegué aquí con unos 22 añitos. Aquí he tenido personas que me han servido de grandes maestros, y gente que en principio no son maestros, o sea que son compañeros en situación de vulnerabilidad, y que finalmente también han sido maestros. Quizás lo han sido hablando con la mirada. Con cosas simples y profundas a la vez. Y… a veces también te tengo que decir que quieres hacer entender cosas… y no hay manera [risas].
David, con su hijo Grau, montado en una carretilla de jardinero.
Ante las complicaciones, ¿mirar el universo?
Exacto. Pensar en el universo y valorar este hilo tan delgado que es la vida.
Acabamos con dos preguntas clásicas. ¿Qué sección o departamento te atrae, si no estuvieras en Jardinería?
El Departamento Comercial me genera interés. Poder colocar en el mercado estos productos tan buenos que hacemos creo que sería interesante.
Y por último. ¿Tu producto favorito de La Fageda?
Bífidus con mermelada de frutos del bosque, ¡todo de La Fageda!
Roser Reyner, periodista y guía de La Fageda.